Uno

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9 de febrero de 2024.

JaeMin seguía a su madre al templo.

Desde su fallecimiento la mujer asistía todos los días sin falta a realizar ofrendas y rezos.

Él la entendía.

La muerte de su segundo hijo, su bebé, la había dejado destrozada por dos años enteros.
Una amiga cercana le recomendó asistir a ese templo. Por alguna u otra razón se convenció de asistir y desde entonces encontró un poco de calma para su corazón tan herido.

Observó como hacia su rutina de siempre.

Le hubiese encantado acompañarla también a hacer sus compras, pero cerca del templo estaba el columbario dónde descansaba la urna con sus cenizas, y también estaba el perro guardián.

En realidad su nombre era RenJun, pero para JaeMin era como un perro guardián.

RenJun es un chamán encargado de esa zona.
Su labor es hacer que las almas suban a enfrentar su juicio para poder reencarnar.

Sin embargo, en los últimos diez años no había podido lograr que alguna alma subiera. Todas vagaban de aquí para allá, estando atrapados por los pesares que los atormentaban todavía.

El chamán era en realidad una muy buena persona, no los obligaba, pero si los apresuraba a irse porque todo eso afectaba su reputación ante otros en el mismo ámbito de trabajo.

JaeMin se escurrió por la ciudad, caminando tranquilamente por las calles.

Gracias a una mujer que hablaba por teléfono pudo saber la hora.

8:15 A.M.

¡Debía darse prisa si quería acompañar a Jeno al hospital!

Corrió acomodando su abrigo y subió a uno de los autobuses atrevesando la pared derecha.
Tomó el asiento que tuvo más cerca e impaciente comenzó a contar los árboles que veía en el trayecto.

Podía llegar a tiempo si caminaba, pero la flojera ni con la muerte se va.

Podía llegar a tiempo si caminaba, pero la flojera ni con la muerte se va

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Abandonó el vehículo cuando giro en la esquina de su calle.

Dando saltitos por la acera llegó a lo que llamaba hogar y entró para encontrarse a su esposo corriendo por todo el lugar.

-¡Otra vez tarde! deberías de poner una alarma extra si sabes cómo eres de lento.

Refutó y caminó detrás de él cuando ingresó a la recámara principal.

Se estaba arreglando el cabello, pero de la nada se quedó observando fijamente en el espejo.

-¿Todavía crees que tienes tiempo para apreciar tu hermosa cara en el espejo? ¡APÚRATE!

Estaba pasmado.

-Mi luna... apur...

Por la expresión en el rostro de su amado se dió cuenta que no estaba precisamente concentrado en la imagen que daría ese peinado de librito que le hacia su madre en primaria.

No, no, no. Estaba pensando.

O tal vez recordando, ya que minutos después sus ojos se enrojecieron y una solitaria lágrima tomó marcha sobre su mejilla.

-Mi amor... no llores por favor... ¿qué ocurre?

JaeMin extendió su mano para acariciar su mejilla con ternura, aunque para su esposo el tacto era imperceptible.

Si hacía memoria no había nada molestandolo.

En el trabajo, a pesar de ser muy pesado, todo estaba en orden.
Los mellizos se encontraban bien.
También hacía mucho que no sacaba la foto de su boda para abrazarla, y ya no escribía en el álbum de fotos.

Eso para JaeMin era un avance. Él creía fielmente que su marido había soltado ese dolor hace mucho.
Incluso fue a terapia durante el primer año posterior a su muerte.

Fue un proceso lento y doloroso de observar, los primeros meses lloraba todo el día, le costaba ver a los bebés porque era unas dos horas de llanto aseguradas, además que descuidó su trabajo y salud.

JaeMin temía que hiciera una locura.

Nunca lo intentó.

Relativamente, llegó un tiempo en el que Jeno volvió a sonreír.
Mes trás mes su salud mejoró y su relación con los mellizos también.
No es que fuera un mal padre arisco o frío; solamente que estaba tan asustado y deprimido por tener que criarlos sin ayuda que sin querer lo vió como un trabajo más.

Se olvidó de demostrarles afecto, pero supo corregirse para bien. Na agradecía al universo que esos oscuros tiempos ocurrieron cuando los bebés eran tan pequeñitos que cuando crecieran no podrían recordarlo.

Jeno después de varios minutos sacudió la cabeza y volvió a enfocarse en terminar su peinado.
Aplicó algo de colonia en su cuello para después correr a tomar sus cosas previamente preparadas que lo esperaban con paciencia en el sofá de la sala.

-Lleva un paraguas, puede que llueva hoy.-

JaeMin le recordó y como si Jeno lo hubiese escuchado, regresó a la habitación por el paraguas.

Haciendo un recuento mental tachó todo lo que le hacia falta y por fin subió a su auto para emprender camino al hospital donde trabajaba.

-¡Pon canciones de exo!-

Gritó muy feliz JaeMin en el asiento del copiloto.

Su felicidad se fue como llegó, ya que Jeno saltó la estación donde justo daban una canción de dicho grupo.

JaeMin como el fantasma mimado que era comenzó a darle golpes en el brazo a su amado por dejarlo sin su canción favorita.

Avanzaron unas calles más con un Na aún de berrinchudo, y Jeno apagó el radio.

-¡Que aburrido! ¿quién conduce sin escuchar música de fondo? aburridoooo.-

Reclamó aún pataleando, sin percatarse que Jeno se estiraba en los asientos mientras aprovechaba una luz roja.

De la guantera sacó un álbum y sin dudarlo metió el disco en el estéreo, saltando algunas canciones para llegar a la que buscaba.

"A diferencia de lo que juré, nada ha mejorado.
Incluso si me arrepiento, la herida no desaparecerá.
No creo que pueda olvidarlo."

-Jeno... prometiste ya no escucharla jamás porque era muy triste ¿qué sucede?-

JaeMin lo vió con la cabeza inclinada, analizando qué estaba pasando con su esposo.
Mientras tanto Jeno mantenía la mirada fija en la calle, hasta que un grito le metió tremendo susto a Na.

-I′ll search the universeeeeeeeee.-

Achis, nuevamente JaeMin se paniqueo porque el desquiciado empezó a reírse.
Ay no, el fantasma empezó a rezar en mil idiomas para no escuchar un "total, q importa si nos morimos".

Pero mientras él rezaba Jeno la estaba viviendo en ese semáforo en rojo, porque pareciera que daba el concierto de su vida utilizando la botella de jugo como micrófono.

Parecía un demente, eso creía JaeMin y también lo creía Donghyuck, que justo iba cruzando la calle frente al auto de Jeno.

Hyuck le hizo un gesto de que estaba re loco y Jeno solo respondió aventandole un beso juguetonamente.

El semáforo cambió, entonces empezó a conducir otra vez.

-Dioses, espero que no cantes así cuando vayas a traer a los bebés; apuesto a que correrán diciendo que eres el roba chicos.

Na negó y se dedicó a seguir viendo lo apuesto que se veía su esposo al conducir.

¡Hola y adiós, papá!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora