Tres meses y 15 días después.
Una oleada de dolor me recorre de pies a cabeza, quitándome la respiración.
–Respira–
–No me jodas, Lory–
Finalmente, estoy de parto. Han sido varios meses de angustia reprimida. He intentado vivir y ser feliz, pero esa sombra nunca me dejó totalmente. Hoy finalmente sabré que está en mi vientre al lado de mi bebé.
El dolor se alivia momentáneamente, dejándome respirar.
–En la próxima contracción, puja– asiento y me concentro en respirar.
Estamos en mi casa. Habilitamos la habitación de invitados a modo de paritorio. En la habitación solo estamos Lory y yo, no quería a los chicos cerca y les mandé a paseo.
La puerta se abre y entra Elen. Yo la mandé a llamar en caso que las cosas se complicaran. La llevo avasallando desde que vi esa cosa oscura en la ecografía, que ha ido creciendo a la par del bebé, y siempre me responde la misma mierda:
–Cálmate, ya te dije que todo va a salir bien–
Odio que me lea tan fácilmente y mi respuesta a ese comentario es un bufido y un ceño fruncido. Cuando voy a responderle algo muy feo me sobreviene una nueva contracción. Y así pasan casi dos horas.
–¡Ya veo la cabeza! ¡Puja!–
Lo hago y siento que algo se desliza fuera de mi cuerpo. Un llanto fuerte y estridente llena la habitación y resuena por toda la casa.
–Una niña– dice Lory, corta el cordón umbilical y me la pone en los brazos. Es una cosita pequeñita con una pata de pelo muy oscura sobre la cabeza.
–Hola, mi pequeña, les he dejado a tus papás la tarea de nombrarte. Los vas a conocer muy pronto, ellos te aman mucho–
Shea, necesito que me prestes atención. Todavía no has terminado. La voz de la elfa suena en mi mente dichosa, y me obliga a apartar la mirada de mi pequeña bebé. La doctora me la quita de los brazos y se va al otro lado de la habitación para limpiarla.
Casi al instante una nueva contracción me atraviesa el cuerpo, mucho más potente que la anterior. Un agotamiento se apodera de mi mente y mis músculos lentamente, parecido al efecto del alcohol, embotando mis sentidos.
Elen se pone a mi lado y agarra una de mis manos mientras con la otra saca un pequeño frasco que tenía en un bolsillo.
–Toma esto– le quita el corcho con los dientes y lo pone en mis labios. Torpemente trago el contenido, que disminuye el agotamiento un poco, pero no el dolor.
–Shea, cuando te avise tienes que pujar con todas tus fuerzas–
–No puedo…– malamente puedo hablar del cansancio, no tengo energía para pujar de nuevo.
–Claro que puedes, tienes que hacerlo–
–¿Qué pasa?– el miedo me golpea con fuerza.
–Solo hazlo, responderé todas tus preguntas más tarde–
Una contracción viene y pujo, con todo lo que tengo y más. Otra cosa sale de mi cuerpo y pierdo la consciencia.
***
ArelentiMierda. Shea acaba de perder la consciencia pero está bien. Me preocupa más el bebé en mis manos.
Esta nueva criatura es un poco diferente a su hermana mayor, esta pequeña enana que tengo en brazos con el pelo fino y prácticamente inexistente, varios tonos más oscuros que el de su madre, está en silencio y tiene los ojos abiertos, mirándome fijamente con una seriedad nada típica de una recién nacida.
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La bruja de los sentidos
FantasySi te dijera que existe un mundo diferente al que estás acostumbrado, ¿lo creerías? ¿Creerías que hay cosas que tus ojos no ven, pero están ahí? Probablemente me llamaras loca, pero yo soy una pieza de ese mundo que existe detrás del velo de la ruti...