4 años después. En una playa de la Península de Bolívar, Texas.
-Sui, no te alejes demasiado de la orilla. Espera a tu padre para que te acompañe si quieres ir más profundo- le grito a mi hija mayor desde un lugar seguro bajo la sombra que brinda la sombrilla de playa.
Es una niña intrépida y enérgica, constantemente en busca de emociones fuertes. La aventura de hoy incluye toneladas de agua salada y aprender a bucear. Me tiene con los pelos de punta.
Nunca me ha gustado el mar, yo soy más feliz en una piscina. Son menos riesgosas, pequeñas y la posibilidad de ser arrastrada por la corriente es igual a cero. Pero mis nenas querían playa, y como soy débil a sus caritas de cachorro (obviamente papá Shane les enseñó), aquí estamos. En un parche de arena, que alquilamos por durante todo el día de hoy. Lejos de los ojos indiscretos de los humanos, para que mis niñas no tengan que aparentar ser algo que no son.
-Sí, ka-san- me grita Sui de vuelta.
Papá Kai les está enseñando japonés, se les da de maravilla, a Ela más que a Sui. Mi hija menor se pasa la vida con la cabeza entre libros desde que aprendió a leer. Es inteligente, ocurrente y muy, muy lógica. Está acostada sobre su estómago, en una toalla, con la nariz metida entre las páginas de un viejo libro de historia.
-Cariño, ¿no vas a jugar con tu hermana?-
-El sol es demasiado fuerte. Lo haré cuando baje un poco- habla con una madurez inédita para su edad.
Bueno, tienen poco más de cuatro años y parecen de ocho. Han crecido muy rápido en estos últimos tiempos, espero que tarden en llegar a la adultez. No quiero que nuestro tiempo juntas se termine.
-Está bien- me inclino y la beso en la frente.
Al fin, levanta la mirada del libro y me mira con esos ojos azules con destellos grises, iguales a los de Shane. Es una niña muy bonita, con la piel ligeramente dorada y con el pelo castaño rojizo, ligeramente ondulado, unos centímetros por debajo de los hombros. Parece recién salida de un cuento de hadas. Cuando crezca y su belleza madure, los hombres la van a perseguir.
Ambos papás notaron recientemente lo hermosas que serán sus hijas en el futuro y tuvieron un ataque de pánico de proporciones épicas. Fue una escena diga de ver.
Sui se acerca a nosotros chorreando agua y se deja caer en la otra toalla a mi otro lado. El agua hace brillar su piel pálida como la leche (ahora rosada por el sol) y su pelo oscuro lacio hasta su barbilla. Sus ojos marrones, que están llenos de entusiasmo y vitalidad, son rasgados y con pestañas muy largas bordeándolos.
-El agua está genial, deberían darse un chapuzón-
-Cielo, sabes que este horario no es el mejor para coger sol-
-Mamá, los rayos ultravioletas no me afectan tanto como a ti. Deberías ponerte más bloqueador solar. No querrás acabar como la última vez en la piscina de tío Hugo-
El recuerdo me da un poco de vergüenza. Estábamos todos en casa de Hugo y me quedé demasiado tiempo bajo el sol. Terminé como una langosta hervida, roja y ardiendo. Las niñas se burlaron mucho de mí, porque no podía ni rozarme con la ropa.
La risa ligera de Ela me saca del recuerdo vergonzoso y sin importarme la humedad que la cubre, agarro a Sui y le hago cosquillas en la panza hasta que grita por clemencia.
-¡Mamá, paraaaaa!-
-¿Cómo te atreves a burlarte de tu madre, pequeño grillo?- sigo haciéndole cosquillas hasta que se queda sin aire.
Las carcajadas de Ela se escuchan incluso cuando detengo el castigo de su hermana.
-No nos burlábamos de ti, madre. Solo recordamos en incidente con mucho cariño- dice aun con risas en su voz.
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La bruja de los sentidos
FantasySi te dijera que existe un mundo diferente al que estás acostumbrado, ¿lo creerías? ¿Creerías que hay cosas que tus ojos no ven, pero están ahí? Probablemente me llamaras loca, pero yo soy una pieza de ese mundo que existe detrás del velo de la ruti...