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Buenos Aires, Capital Federal, Argentina.

Entonces.

Matthew estaba complacido con Danielle Parker. Con sus ojos verdes bordeados de suspicacia, que evitan mirarlo directamente, de su esfuerzo de permanecer derecha en la silla, y el cómo no dejaba de morderse los labios.

Desde el momento que miro sus ojos en el ascensor había sentido... algo. Aún no podía colocarlo en palabras, trato de buscar en todos los idiomas que sabía, pero no podía. Y él muy rara vez se encontró sin palabras.

Era inaudito.

Porque Danielle Parker lo miraba como las personas miraban al David de Miguel Ángel. Estaba la fascinación, con el escrutinio desnudo cuando él mismo desviaba la mirada, pero, luego, estaba el desinterés fingido cuando sus ojos se encontraban.

Nunca tuvo mascotas, pero había visto cómo actuaban los gatos y para Matthew, Danielle era como uno, y eso le causaba diversión. Sus propios labios queriendo, inconscientemente, formar una sonrisa sin mostrar dicha emoción, no, mejor dicho, no acostumbrado a dicho sentimiento

Porque ya había pocas cosas que lo divertían a su edad y con su estilo de vida.

Ya habían comido, Danielle Parker demostró habilidad para tomar los rollos de sushi, aunque los palillos no los tomó como se acostumbraba y sus dedos, que se habían quedado en blanco por la presión que ejercía, en ningún momento soltaron dichos instrumentos.

Pero Matthew observaba cada vez, y con mucha atención, como Danielle hacía la mueca más rara cuando comía; frunció el ceño y arrugó la nariz, como si estuviera molesta por comer o el sushi la hubiera ofendido, ni siquiera cuando dejó de comer perdió dicha expresión.

Y Matthew, aun interesado en ella, no llamó la atención sobre el asunto.

En dos horas no habían hablado de trabajo, cuando empezaron a engullir la comida hubo comentarios vagos, sobre todo y nada. 

Matthew también había aprendido en dos horas que Danielle tenía una buena poker face, no le gustaba hacer contacto visual, al menos con su persona, era atenta al escuchar sobre cualquier cosa. Incluso cuando parecía que su mente estaba muy lejos, podía repetir con mirada ausente lo que había dicho. Tenía un perro, habló brevemente de sus hermanos y padres, pero guardó sus nombres.

Matthew ya no podía decir que era tímida, solo precavida, aunque sus interacciones pasadas demostrarían lo contrario para un simple espectador, Matthew, por su trabajo y por su vida diaria, tenía atención al detalle. Danielle no era tímida, pero era demasiado cuidadosa, cuando hablaba lo hacía, no porque tuviera algo que demostrar o ganar, lo hacía porque esperaba perder.

Recordó su voz al escucharla en la reunión, su memoria trajo, casi como ocurrencia, a su paladar y audición; el sabor de los pippette cubiertos de atún y mucho parmigiano reggiano, junto a su acento y entonación al decir esa frase del Le Petit Prince. Había sido un giro de los acontecimientos.

Pero bienvenido. 

Porque Danielle había tenido la sorpresa e incredulidad bordeando sus ojos desde que se conocieron, y sus micro-expresiones la habían delatado. Danielle Parker no esperaba nada de esta reunión, ni de él, porque incluso cuando había hecho comentarios vagos para hablar del trabajo, totalmente a propósito, Danielle los había descartado.

Como si hablar sobre su leve alergia a los langostinos, era más importante que hablar de su posición actual en la empresa. Danielle no esperaba en realidad que hablaran de la empresa, había, sola, llegado a la conclusión que las "preguntas" que le quería hacer Matthew habían sido una excusa para invitarla a cenar. 

Casada con Él © |HDH#1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora