Buenos Aires, Capital Federal, Argentina.
Ahora.
Dany despertaba por partes, primero su sentido de la audición, antes que nada, porque era demasiado floja para abrir sus ojos primero, y su cerebro, a sabiendas, apenas registraba los sonidos y las luces que se colaban en la habitación.
Mientras sus extremidades crujían al estirarse, y durante todo ese satisfactorio proceso, limpiaba sus ojos lagañosos con sus manos, se acurrucó mucho más profundo en la colcha, huyendo del frío que ya estaba empezando a sentir y busco a tientas sus lentes en algún lugar bajo las almohadas.
No los consiguió en el primer intento.
Un profundo bostezo empezó a construirse y lo soltó con pequeñas lágrimas en las esquinas de sus ojos sin poder evitarlo, sus manos seguían tanteando y buscando sin éxito sus lentes en el colchón.
Parpadeó rápidamente para despejar las lágrimas y la lagaña restante, y la visión borrosa de la habitación medio iluminada la recibió. Su lado derecho estaba totalmente entumecido, y a sabiendas, que tanto su despertar y la desaparición de sus lentes no podía aguardar más, se incorporó.
La tira de su bata se deslizó por su hombro, y quito molesta la almohada que había estado usando su cabeza segundo antes, y ahí, justo entre la orilla de la cama y la cabecera, estaban sus lentes. Se aferró a ellos, los paso por su nariz hasta que se asentaron sobre sus orejas y su visón se volviera nítida, enfoco la mesita de noche a su lado.
07:46 a.m
Eran los números rojos que parpadeaban furiosamente en el despertador, que no se había molestado en programar. Más de siete años despertando antes que el despertador, dependiendo del continente y la estación, y ya no necesitada más de ese ruido de fondo.
Soltó otro bostezo y estaba vez lo amortiguo rápidamente.
Hizo una mueca, su boca olía a muerte.
Se quitó colcha de encima, y sintiendo ya sus pies enfriarse, los metió rápidamente en las pantuflas; la bata, que había estado enrollada en sus caderas, cayó una vez que se irguió, y camino siguiendo la línea del sol, que había eludido la protección de las cortinas, en el piso, hasta el ventanal de su habitación.
Su mano tocó la tela, notablemente suave y cálida por el reflejo del sol, y la echo a un lado.
Se quedó un poco bizca ante la repentina luz, pero una vez que sus ojos se adaptaron, algo nostálgico se instaló en su pecho con la vista del puerto y sus torres. Había pasado casi tres años desde que había caminado por esas calles de piedra. El Puente de la Mujer a la luz del día se veía hermoso, y podía ver puntos en movimiento, gente entrando y saliendo de la Fragata, seguro limpiando para la visita de los turistas más tarde en el día.
Era un día de primavera, ni tan fresco, ni tan caluroso. El cielo estaba despejado y Puerto Madero estaba despertando. Los árboles ya habían empezado a teñirse de verde, y una emoción vertiginosa se apoderó de Dany, haciéndola sonreír como tonta y una lágrima se escapó sin poder evitarlo.
Oh, como había extrañado esta ciudad, este lugar que se había instalado en sus venas, mucho más que cualquier otro, compitiendo con su lugar de nacimiento a pasos a agigantados.
Acá había construido la persona que era ahora, había tomado ciertas decisiones que la hicieron llegar a donde estaba, había aprendido a caminar en tacones y a bailar tango, sus primeros lazos de amistad con extranjeros, como ella, los hizo en algunos cafés de esta ciudad y en algún momento sus pies junto con otros fueron a caminar por Retiro, pasando por la Torre de los Ingleses en cierto grado de embriaguez, a horas impías de la noche, en pleno invierno y de la mano de Matthew.
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Casada con Él © |HDH#1|
ChickLit«Amaba a su hombre de hielo, a él y a su corazón irreparable.» Ya habían pasado dos años desde la última vez que la vio, 730 días desde que acordaron por mutuo acuerdo ir por caminos separados. Él sabía que tenía dejarla ir. Era un hecho, porque for...