«Música, melancólico alimento para los que vivimos de amor.»
Buenos Aires, Capital Federal, Argentina.
Entonces.
La música, desde que Dany podía recordar, estaba tejida en su ADN. Si escuchaba salsa, sin importar su estado de ánimo, se trasladaría de inmediato a esos cumpleaños, a esas fiestas en su pueblo donde el timbal, los bongos, el saxofón y maracas estuvieran presentes desde el atardecer hasta el amanecer.
Dany se había criado en una familia –por parte de su mamá–,donde cada uno de sus individuos había sido más de una cosa en su vida. Sus abuelos, sus tíos,su propia mamá, habían tenido un empleo, habían ocupado puestos públicos.
Su mamá había estudiado para ser maestra, pero también enfermera, su abuelo, había estudiado toda una vida para ser abogado, pero también había sido boxeador, vendedor de dulces en el mercado y agricultor.
Sus tíos, solo los cinco hermanos de su mamá, sin contar a sus esposas, habían limpiado vidrios de autos en autopistas, habían sido barberos y pulidores de zapatos en la calles, antes de ser funcionarios, policías y ladrones.
Esto último Dany lo explicaría más tarde.
Pero, fuera de los oficios que habían aprendido con sus propias manos, si había algo que habían aprendido solo por placer había sido la música. Todos, y absolutamente todos los que llevaran el apellido Blanco eran músicos de nacimiento. Muchos no escribían sus propias obras, pero tocaban como si hubieran nacido en una orquesta. Los que no tocaban ningún instrumento en especial, pero podían bailar y los que no podían bailar, sabían cantar.
Contra todo pronóstico y juicio, los hijos medios gringos de Amada habían heredado el ritmo de la familia. Brandon tenía un oído especial y natural para tocar instrumentos, y su voz, su voz era buena, sin importar en qué idioma, su hermano mayor podía cantar.
Y movia las caderas como ningun hombre tenía derecho hacerlo.
Valentina había ido a clases de canto desde pequeña, y también para aprender a tocar los instrumentos más grandes. Lo natural que había tenido Valentina, lo había perfeccionado hacia lo entrenado y desde pequeña había estado participando en competencias.
Dany, por otro lado, y no era que se estuviera minimizando, era mala para los instrumentos, nunca le pudo tomar un especial aprecio, le encantaba escucharlos, juntos o por separados, pero nunca pudo ser ella misma quien llevará la música. Le gustaba bailar, pero siempre fue tímida a bailar con personas que no...supieran, porque había personas que sabían bailar, pero no sabían sentir la música.
Pero Dany sabía cantar, amaba cantar y aunque no había tomado clases de canto como su hermana, se había siempre enfocado en hacerlo bien. Desde sus respiraciones, con el aire retenido en su estómago y como lo expulsaba.
Y ahora, siendo las nueve de la mañana, limpiando con la música a todo volumen y siendo observada por un Aquiles aburrido desde el sofá-cama, estaba demostrando como la salsa, como género musical, era parte de ella.
Siendo el palo de escoba un excelente compañero y de fondo a Willie Colon con sus éxitos, Dany estaba demostrando a su perro y a los posibles espíritus de su departamento que podía limpiar y bailar al mismo tiempo.
En la noche anterior, luego de hablar con su mamá, Dany se había parado, se había comido una taza de conflei y se había vuelto a dormir, solo para ser despertada al día siguiente por su alarma, que desgraciadamente se le había olvidado apagar.
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Casada con Él © |HDH#1|
ChickLit«Amaba a su hombre de hielo, a él y a su corazón irreparable.» Ya habían pasado dos años desde la última vez que la vio, 730 días desde que acordaron por mutuo acuerdo ir por caminos separados. Él sabía que tenía dejarla ir. Era un hecho, porque for...