1.

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Buenos Aires, Capital Federal, Argentina.

Entonces. 

Dany podía sentir la mirada persistente del chico de limpieza en la nuca, y eso, combinada con la mirada de Alejandro en su frente, la tenía revolviéndose, pero solo por dentro, porque, aunque su estómago estaba hecho un nudo tenso, no podía permitir que él supiera lo incomoda que estaba con su escrutinio.

Hace solo dos meses disfrutaba que la mirara, su atención era halagadora, pero ahora, sus ojos castaños, con esa emoción tan desnuda dirigida hacia ella sin condición, la irritaba, y una gran parte de ella se odiaba por eso.

Mordió su labio inferior y, saboreando aun la hamburguesa en su paladar, siguió esperando por Alejandro. Pasaron unos segundos más, los altavoces en el McDonald's estaban produciendo los éxitos de Queen, y el silencio entre ellos seguía persistente.

Ella bajo la vista a su vaso, ya sin poder soportar mantener su mirada, lleno de refresco sin gas, siguiendo una gota de humedad que iba hacia el final.

—Supongo que yo mismo he retrasado este final entre los dos. Fuiste tú, la que tuvo que dar el paso y...

Se ahogó al final, su voz se quebró y volvió a callar, y el tono de su voz solo hizo que Dany quisiera correr, pero, no obstante, se contuvo de responder y hacer lo que tanto quería. Le debía tanto, que solo pudo mantener sus ojos en el vaso.

Por otro lado, Alejandro, sabía demasiado bien que Dany había sido la valiente. Quizás ella misma no pensara de esa manera, pero él no tenía ni tendría nada malo que decir sobre como había llevado las cosas entre ellos. Había sido esquiva los últimos quince días, los besos habían disminuidos y, aunque él anhelaba mucho más, como siempre, ella lo había mantenido a distancia con sus demostraciones de afecto.

Algo había estado faltando; y él había sido el cobarde que había negado lo que estaba enfrente.

Abrazos en las escaleras mecánicas del subte, manos enganchadas al caminar juntos, pero, antes, antes de los últimos quince días, los abrazos habían durado minutos, las manos se mantendrían juntas aun sudadas o frías.

Él miro sus manos, tan pequeñas y delicadas, al otro lado de la mesa, y quiso solo estirarse y llevar una de esas manos hasta su cara, que lo volviera a tocar, como antes de esos quince días, como si quisiera, pero no podía y no debía.

Dany tomo una respiración profunda, y elevo su mira al hombre frente de ella, admiro sus características porque sabía que, después de esta noche, ellos no se verían en un buen tiempo. Su piel blanca, curtida por el trabajo, cara redonda, sus ojos adornados por grandes ojeras y la pequeña verruga en su nariz carnosa. 

Muchas veces, ella se preguntó qué pensaba la gente que los viera en la calle, cuando vieron intercambios de abrazos y sus besos, sobre todo sus besos. Él no era un hombre clasicamente atractivo, nunca pensó él así, pero era increíble. Era amable, amoroso, respetuosos y tan, pero tan bueno, que ella sabía que no merecía nada de lo estaba viviendo.

Trago grueso y sosteniendo sus propias manos juntas, hablo: —No podemos seguir haciendo esto, Alejandro. Tú...—dijo, tomando una pausa al ver sus ojos castaños aguarse, y ella misma pudo sentir la picazón en su nariz. — Te vas odiar, te conozco lo suficientemente para saber que, si seguimos, y ambos hacemos algo de lo cual no podamos retornar, nunca te lo vas a perdonar. Y yo no quiero hacerte eso.

Alejandro asintió, él mismo apretando sus manos. —Tienes razón. —trato de sonreír, pero una mueca se mostró en su lugar. —Siempre tienes razón. No nos volveremos a ver, ¿verdad? —Y la certeza detrás de esa pregunta hizo que Dany aguantara la respiración por un segundo.

Casada con Él © |HDH#1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora