Después de un trágico evento que acabó con la vida de varios estudiantes; una chica ha tenido que lidiar con los señalamientos en su contra, que la culpan por la muerte de algunos de sus compañeros solo por estar relacionada con el perpetrador.
Rut...
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Desde que inició el proceso judicial en mi contra, Lukas y yo no pasábamos tanto tiempo juntos; solo nos veíamos a la hora del almuerzo, y a veces a la salida de la escuela. Justo estaba esperando a que Lukas terminara su práctica, sentada en una banca a las afueras del instituto, como de costumbre. El tiempo pasaba y Lukas no aparecía. Me impacienté, estaba demorando más de lo usual en salir, pensé que lo habían castigado entrenando más tiempo, por lo que, decidí ir a buscarlo. En el corredor me encontré con Jason, así que me acerqué a preguntarle por el paradero de Lukas.
—Jason, ¿y Lukas? —lo cuestioné y él alzó los hombros con desinterés—. ¿Qué no se supone que es tu amigo? —solté indignada.
—¿Y qué no tú eres su novia? —replicó. Lo miré mal—. O quizá ya encontró a otra mejor —añadió con cizaña. Fingí que no escuché eso último y lo dejé hablando solo.
Este chico es agrio como un limón, no comprendo cómo puede ser amigo de Lukas. Aunque Jason no me agradaba, ni yo a él, lo cierto es que, Jason era el único de los jugadores de americano que no lo miraba con desprecio.
Era como un secreto a voces que Lukas había logrado entrar al equipo gracias a Charlie, y ahora que había muerto, Lukas estaba "desprotegido". Desde que Charlie no está, los demás jugadores excluyen a Lukas. Se llaman equipo, pero no hay compañerismo. Apenas alguien se da la vuelta, empiezan a escupir su veneno, cuál víboras. Sus egos son más grandes que sus músculos, y por supuesto eso incluye al cerebro.
Fui a buscar a Lukas a las canchas, pero no lo vi, me di la vuelta con resignación esperando encontrarlo en otro lugar. Cuando de pronto, el ruido de un quejido llamó mi atención.
La quietud fue perturbada por un golpe seco y un clamor de dolor.
—Eres peor que escoria —alcancé a escuchar una voz proveniente de la parte de atrás de las gradas—. No queremos traidores en el equipo.
—No llegarás a ser ni la sombra de lo que tu hermano fue —gritó una voz distinta con desdén. Esta era más grave que la primera.
No pude reconocer a quienes pertenecían esas voces. Conforme me aproximaba, el sonido se volvía más nítido, caminaba con sigilo sin saber que podría encontrar.
—¡Era tu hermano! —exclamó con rabia una de las voces—, ¿y tú lo cambias por un par de piernas?
—¿Cómo puedes salir con la chica que lo mató? —reprochó la otra voz.
—Ella no lo hizo.
¿Lukas?
—¡Él era nuestro quaterback, algo que tú nunca serás!
—¡Dejalo en paz! —intervine. Tres sujetos del equipo de americano tenían acorralado a Lukas, el más alto y musculoso lo sujetaba de la camisa, apretando con sus puños la solapa del cuello del jersey, casi ahorcándolo.