Capítulo 1. Si tuviera miedo

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Existen muchas cosas que podemos perder; la vida, el tiempo, la inocencia, el respeto, la dignidad, incluso podemos perdernos a nosotros mismos. Pero soy una fiel creyente de que, tras cada perdida siempre se gana algo, y eso significa que no he perdido la esperanza.

Ayer perdí a un amigo y me siento perdida.

Era una mañana fría, el cielo estaba atiborrado de nubes. Era un día gris de otoño. Yo estaba leyendo un libro de Hemingway, tendida sobre la alfombra de mi habitación. El ruido del viento fue interrumpido por el sonido del timbre llamando a la puerta.

—Ruth, ¿puedes venir? —escuché a mi madre llamarme desde el primer piso, así que deje lo que estaba haciendo.

—En seguida bajo —contesté con voz alta para asegurarme de que me oyera, mientras me ataba las agujetas.

—Unos oficiales te buscan —añadió mi madre.

Pude verlos mientras bajaba las escaleras, eran dos hombres de mediana edad, altos y robustos. Ambos usaban trajes viejos y despedían un ligero olor a tabaco mezclado con café.

Al estar frente a ellos me sentía más pequeña y comencé a ponerme nerviosa sin razón. —Hola, buenos días —dije con un leve temblor en la voz.

—Señorita Ruth, soy el inspector Joe Davis —dijo el que parecía mayor, y extendió su mano hacia mí con cordialidad.

—Soy el detective Elias Crouse —Se presentó el otro hombre, demarcando una sonrisa—. Venimos a recabar testimonios sobre lo ocurrido.

—¿Podría decirnos lo que sabe acerca del tiroteo? —añadió el inspector Davis.

— Está bien —respondí, dejando escapar un pequeño suspiro.

Recordaba lo que había pasado a la perfección, apenas había sido ayer. Aunque hubiera preferido no tener que decir nada, porque para mí era como si lo tuviera que vivir otra vez.

—Elton llegó tarde, algo muy inusual en él —comencé mi relato y el detective comenzó a escribir. 

—¿Le dijo el motivo? —preguntó el inspector.

—No —respondí negando con la cabeza

Eran las 7: 15 de la mañana y Elton no había llegado, ya era tarde, así que pensé que no vendría a la escuela. Por suerte, solo cinco minutos después, lo ví asomarse al salón desde el umbral de puerta.

¡Tarde! gritó la profesora de literatura al verlo. Que sea la última vez sentenció.

Elton asintió y entró casi a hurtadillas.

¿Te quedaste dormido? le pregunté extrañada, ya que él solía ser muy puntual

No, es que no quería venir masculló con una leve sonrisa en los labios

Lo sujeté de la camisa acercándolo a mi Si vas a faltar avísame para no venir le susurré

—Esa mañana, Elton estaba muy ansioso y pensativo, supuse que era algo relacionado con su familia – confesé

—¿A qué se refiere? —Me miró intrigado. —¿Qué pasa con su familia? —inquirió

—Su madre tiene Alzheimer, y él la cuidaba casi todo el tiempo —Respondí con vacilación porque no me parecía correcto hablar de los problemas de los demás.

—Entiendo —dijo mientras peinaba su bigote con los dedos.

—Bueno, me pidió que faltáramos a gimnasia —admití con cierta vergüenza. Voltee instintivamente a ver a mi madre, quien parecía algo desconcertada—. No es algo que hiciera con frecuencia – añadí para que mi madre no reprochará.

Fragmentos de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora