Oí que tocaban la puerta de mi habitación. —Niña Ruth —susurró una voz que distinguí de inmediato, era la de Dolores, una señora que nos ayudaba con las labores domésticas en la casa, un par de veces a la semana.
—Pasa, Dolores —le indiqué.
Abrió la puerta, traía una escoba, una cubeta y varios productos de limpieza.
—Niña, ¿cómo es que sigue dormida a esta hora? —me reprochó—. ¡Son casi las once!
—Ya, ya me iba a levantar —dije levantándome de la cama.
Dolores me cuidaba desde pequeña, y en cierta forma gracias a ella tenía una familia. Me gusta hablar con ella porque así practico mi español. Ella era mexicana, de estatura era más bajita que yo, y eso es mucho decir, su era piel morena color canela, y siempre traía el cabello atado en un chongo apretado.
—A este cuarto le falta más luz —Recorrió las cortinas y abrió las ventanas de par en par. —¿No está mejor así? —Inhaló profundo, llenando sus pulmones de aire.
—¡Cof, cof! El aire es toxico —Tosí para darle más dramatismo a mi interpretación. Dolores ni se inmutó, probablemente no le causo gracia mi broma. Dejé caer mi cuerpo contra la cama, de cara.
—¿Se siente deprimida? —Se me quedó viendo como examinándome.
—No, no —Me puse de pie con rapidez—. Estoy bien, de verdad —le contesté y le sonreí mostrando mis dientes.
—Es muy triste lo que paso, pero no debe mortificarse —me dijo seria—. La vida sigue.
Afirmé con la cabeza.
—¿Ya desayunó niña Ruth? —me preguntó.
—No, apenas...
—Se me ocurre que puedo prepararle algo, ya ve lo que dicen "Las penas con pan son menos". —Me quedé pensativa. —¿Quiere unos huevos fritos con tocino? —me preguntó.
—No, gracias —le respondí. Aunque Dolores cocinaba delicioso, las porciones que me servía eran enormes, como para alimentar a toda la familia, y yo en ese momento no tenía mucha hambre. —Desayunaré cereal con leche —le dije.
—Con razón esta tan delgada, le falta carne en los huesos —Puso sus manos sobre sus caderas apuntando con los codos hacia los lados.
Era delgada pero no demasiado, Dolores exageraba.
Bajé a desayunar, me serví un gran tazón de cereal, era de ese integral que sabe como a cartón, por eso siempre le ponía unas cucharadas de azúcar para mejorar el sabor. Abrí el refrigerador y nada, no había leche.
—Dolores, voy a salir —Le avisé, aunque no estaba segura si me había escuchado.
Pensé en salir con mi pijama a la tienda, pero me avergonzaría si alguien de la escuela me viera así. Me puse un gorro, un pants deportivo y una sudadera grande, así no se notaba que no usaba brasier.
Cuando la salí, divisé a Lisa. Ella iba saliendo de su casa, éramos prácticamente vecinas, vivía a dos casas de la mía. En cualquier otro momento me habría seguido de largo evitándola, pero aceleré el paso para acercame a ella, quería saber de Derek.
—Lisa, Lisa —la llamé.
—Ruth? —Ella detuvo su andar. —Hola —me saludó.
—Casi no te alcanzaba... —dije un tanto fatigada.
—Oye lo que paso ayer con Nicole... No te lo tomes enserio —habló apenada—. Debes entenderla está muy afectada por todo esto.
—Si, lo entiendo —musité en tono amistoso—. No te preocupes.
ESTÁS LEYENDO
Fragmentos de mi vida
Ficção AdolescenteDespués de un trágico evento que acabó con la vida de varios estudiantes; una chica ha tenido que lidiar con los señalamientos en su contra, que la culpan por la muerte de algunos de sus compañeros solo por estar relacionada con el perpetrador. Rut...