Capítulo 14. Escultura griega

242 77 310
                                    

Esta tarde vería a Lukas otra vez. Las horas se volvieron minutos y cada vez faltaba menos para encontrarme con él, y mi ansia aumentaba. Surgía en mis entrañas algo nuevo, era una sensación de cosquilleo en el estómago, pero no era una indigestión provocada por la extraña comida de mi madre ¿Será eso que llaman mariposas? ¿Acaso me estoy enamorando de Lukas?

—Calmate, Ruth —hablé para mis adentros, y corrí a verme al espejo.

No solo me sentía diferente, yo lucía diferente; estaba sonrojada y mis pupilas estaban dilatadas. No puede ser, pensé que eso llevaba tiempo, apenas hemos hablado un par de veces. No tenía que enamorarme tan rápido, hasta hace poco solo me gustaba. Menos mal Lukas es un chico del que vale la pena enamorarse, y hacerlo es tan fácil.

Llegué al parque en bicicleta, divisé a Lukas a lo lejos, él estaba sentado en una banca del parque revisando su teléfono celular. Me acerqué a él sin que se percatara de ello.

—Lukas, ¿Llevas mucho tiempo esperando? —le pregunté.

—No, llegaste a tiempo —Dio un vistazo rápido a su teléfono antes de guardarlo en el bolsillo del pantalón. —Yo me adelante —respondió con una ligera sonrisa y se puso de pie.

Ambos nos quedamos en silencio solo observándonos.

—¿Y qué quieres hacer? —le pregunté para iniciar la conversación.

—No lo sé, solo quería verte —admitió con pena, alborotándose el cabello—. Pero te llevaré a cualquier lugar que me pidas.

—En realidad, no me importa el lugar —le contesté—. Solo quiero platicar contigo.

—Ese caso, te invito a sentarte —hizo un ademán para señalar la banca a su costado y se inclinó ligeramente como gesto de cortesía.

Me senté y él a mi lado.

—Bueno, ¿y de qué quieres hablar? —cuestionó amable.

—Saber de ti, conocerte... —balbuceé.

—¿Q-quieres saber? —preguntó un tanto extrañado—. Soy un libro abierto, solo pregunta.

—Dime, ¿por qué?  —Me detuve a repensar lo que diría a continuación—. ¿Por qué ahora me tratas con tanta normalidad, como si antes no me hubieras evadido? 

—No entiendo, a qué te refieres? —Ladeo la cabeza.

—Me refiero a que ahora te puedo dirigir la palabra porque sé que me escuchas, no tengo que seguir conteniéndome por tu indiferencia —dije en un grito ahogado—. ¿Qué pasó en ti o en mí que ahora no nos tratamos con indiferencia?

—Supongo que las circunstancias han cambiado, quizá nosotros —mustió.

—Tus respuestas son tan vagas que me da la impresión de que no me quieres responder. —Mi voz sonaba casi un reproché.

—Está bien, te contaré —Suspiró—. Charlie te vio primero.

—¿Cómo que primero? —Fruncí el ceño y me le quedé viendo sin comprender lo que me decía. —No entiendo —Sacudí la cabeza de un lado a otro negando.

—Él desde primer grado iba en tu mismo grupo, yo no tuve esa suerte —pronunció con un tonillo de melancolía.

¿Suerte? Yo lo llamaría infortunio. Yo había tenido que soportar a Charlie solo porque reprobó y estaba repitiendo curso.

—Él me contó de una chica que le gusta una chica de su clase —Continúo diciendo Lukas. Tomó aire y dijo —Ruth, tú le gustabas.

Abrí los ojos sorprendida —Vaya. Menuda forma que tenía de demostrarlo —solté con ironía.

Fragmentos de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora