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Gerard pasó por muchos trabajos hasta consolidarse en uno donde por fin se sintió un tanto cómodo a pesar de las complejidades que implicaba, al mismo tiempo que trataba de reconstruir su vida junto a Donna.

Los Way habían llegado un acuerdo, él volvería a la escuela cuando se encontraran estable económicamente. Pero eso nunca pasó. Siempre salían gastos de imprevisto, como esa vez donde llegó una inflación que no se podía evitar al país.

Gerard tenía que seguir comprando sus antidepresivos de vez en cuando y pastillas para dormir, también asistía con una psicóloga quien le ayudaba aceotando pagar en lapsos las sesiones con tal de que no dejara la terapia abandonada.

Ser barman le funcionó.

La rubia no estaba muy de acuerdo cuando le contó sobre eso. Gerard le dijo que no tenían otra alternativa y que la paga era suficientemente buena hasta ese momento, entonces no podía ponerse exigente. Lo único que tenía que hacer era acomodar su reloj de sueño, el cual iba a ser fácil porque el insomnio nunca se fue del todo, y aprender a servirle tragos a las personas que llegaban.

Creía que iba a ser fácil. 

"—Ya tengo dieciocho mamá, no te preocupes. Sino no me hubieran dado el puesto. 

Pero el detalle que había omitido decirle era que, gracias a un amigo que había hecho en un trabajo anterior, lo habían recomendado y aceptado casi de inmediato.

Bert."

Los primeros días fue un asco total, por primera vez tuvo miedo de ser despedido, todavía estaba aprendiendo a moverse en una barra atendiendo a muchas personas a la vez, pero tampoco quería desperdiciar las bebidas porque no podía darse el lujo de reponerlo con su salario que aún lo le daban. 

El horario que tenía asignado era de siete de la noche hasta las cuatro de la mañana, a veces el jefe pagándole el taxi u otras esperando al pelinegro en la madrugada para que este le diera un aventón. Entonces su rutina consistía en salir a las seis y media de la tarde para terminar regresando a las cuatro y media de la mañana a su casa. Casi todos los días de la semana sin faltar.

Por ello ya no veía tanto tiempo a Donna, sólo antes de irse porque tenía que comer algo en casa o en sus días de descanso que usualmente iban rotando. Después de unos meses ya se había vuelto normal para los dos.  

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Hoy era un día algo tedioso para todos los que trabajaban en el bar, era fin de mes y a todos les habían pagado. Normalmente esos días llegaba mucha gente y algunos hasta tenían que ser sacados por los guardias de seguridad por lo ebrios que se habían puesto. No era culpa de nadie, al final eso le convenía a Gerard quien también sobrevivía gracias a las propinas extras. 

Ya eran las dos de la mañana, en total había masticado quizás dos paquetes de chicles para distraerse un poco, pero llegaba un punto de la noche donde se ponía de nervios a pesar de dominar la mayoría de las cosas. 

Gerard tuvo que estirar un poco el cuello y llamó a Ryan, un chico que era una especie de mesero para cubrirlo mientras iba al baño rápidamente. El castaño le dijo que no se preocupara. Dentro del sitio que afortunadamente se encontraba vacío pudo respirar un poco mejor, sólo un poco, pero ya quería salir de ese lugar y regresar a casa. Hoy se sentía medianamente mal, sentía su cabeza separarse, esa migraña le comenzaba a joder mucho.

Decidió mojarse el rostro, quizás era calor. Pero cuando se secó y se vio al espejo no le gustó nada lo que encontró, era normal, estaba vestido y peinado como de costumbre, vistiendo una chaqueta de mezclilla vieja con su cabello negro echado hacia atrás, ¿Qué le sucedía?

I'm (not) okayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora