Desde que Donna decidió volver a vivir por Gerard, trató de ser una buena madre para él. Trató de darle todo lo que no pudo en varios años, y trató de que sus vidas regresaran a la normalidad; pero no tuvo mucho éxito.
Era una realidad, nunca pudo superar la muerte de su hijo más pequeño pues fue un acontecimiento tan terrible que la atormentó por muchos años hasta el final de sus días. Y no sólo a ella, sino fue algo que condenó a los tres, con distintos duelos para sobrellevar el dolor.
Donna trató de ser fuerte, por Dios que trató de darle lo mejor al pelirrojo a costa de su tiempo, su salud y su individualidad, pero la vida en sí puede ser muy complicada e inexplicable. Parecía no ser suficiente nunca, ella se iba cansando más y más, sin quejarse porque no podía flaquear ante su hijo. Poco a poco también sospechaba que el pelirrojo no estaba en buenos pasos, pero en eso no podía meterse.
Gerard, por su lado, había notado que la mayor no lograba curarse del todo, pero no se imaginó que todo aquello tendría consecuencias muy graves; siempre eran fiebres moderadas, dolores de cuerpo y una tos seca que nunca se iba, entonces él se encargaba de conseguir los medicamentos para ayudarla pero, ¿Qué tenía Donna exactamente?
Una tarde de mayo, se desplomó en la cocina.
Si Gerard no hubiese escuchado el ruido del vaso que Donna llevaba en la mano caer y romperse en el suelo, no se habría levantado a tiempo para ver lo que ocurría. Cuando llegó a la cocina la vio con los ojos cerrados, desplomada; se asustó mucho, la mayor no despertaba por más que la movía y le rogaba que despertara. Entonces la cargó hasta la calle y la llevó al hospital llorando en un taxi que logró conseguir, en urgencias tratarían de revivirla.
Pero no lo consiguieron.
Donna finalmente abandonaría este plano terrenal.
***
No creyó pasar por otro funeral familiar, al menos no pronto.
Tuvo que agarrar fuerza sobrehumana para llevar a cabo el evento, los papeleos, pedir un espacio en el cementerio y llorar por lo desdichado que se sentía a solas. Porque aunque sus amigos le habían acompañado en el proceso, no estaba listo para dejar ir a la única persona que le importaba por sobre todas las cosas.
No era justo.
Estaba harto de que la vida le diera este tipo de "lecciones" para hacerlo más fuerte. No quería ser fuerte, quería sentirse tranquilo, quería que su vida fuese distinta. Quería ser feliz, estaba cansado de llorar, de sentirse y ser miserable. Su vida era un mal chiste, ya no le importaba verse como un bebé llorón en su habitación, golpeando su almohada con la cara roja y las lágrimas resbalándose por sus mejillas. Estaba enojado, estaba harto. Ahora más que nunca quería morirse también, ya no le quedaba otro motivo para seguir aquí.
Más tarde se quedaría dormido completamente solo en su hogar.
****
Días después Gerard se encontraría en el balcón de la casa de Bert, viendo hacia la nada y tratando de no pensar demasiado. También trataba de ignorar que la fría brisa le estaba congelando el cuerpo, después buscó en su teléfono las fotos donde se aseguraba que había cerrado la llave del gas, las puertas, ventanas y las llaves del agua.
El pelinegro lo miró desde adentro, reflexionando un momento decidió acompañarlo, no quería dejarle solo tanto tiempo. Sabía que lo correcto era darle su espacio, pero quería estar con él ahora más que nunca, ya que Ryan se tuvo que ir a trabajar y Cassey salió rápido para conseguir un poco de dinero para él. Ahora más que nunca el pelirrojo lo necesitaría.
El departamento se sentía agobiador al igual que el día. Se colocó a un lado de él y tragó espesamente. Sabía que su amigo estaba pasando por una tormenta interna y temía que atentara contra su vida. Al mismo tiempo, no sabía qué decir, nadie está preparado para este tipo de situaciones.
—Las mejores personas se van antes —soltó con un deje de melancolía.
Bert asintió.
—Lo sé. Tuve una prima que era como mi hermana, falleció en un accidente automovilístico hace cuatro años.
Gerard relajó la mandíbula y se talló la barbilla, inconscientemente recordó a su hermano y sonrió triste.
—Mikey sería un adolescente justo ahora, me hubiese encantado verlo.
—A mi igual.
El pelirrojo alzó la cabeza y chocó miradas con su amigo, Bert tenía una ligera capa de lágrimas en sus ojos al igual que él. Lo único que se podía apreciar notoriamente era la respiración que contrastaba con el clima, Gerard se acomodó el gorro tratando de no echarse a llorar para no hacer sentir mal a su amigo. El espíritu de Mikey ya no estaría a solas.
—Ahora me quedé solo, Donna era mi motivo para seguir con todo esto. Por ella me convertí en... —se interrumpió deteniéndose, luego negó. —Ella nunca me pidió nada, no es culpable de la mierda que me convertí.
Bert le dio una palmada en el hombro y después lo acercó, Gerard recargó su cabeza en su hombro. Ya no pudo retener más tiempo su llanto.
—Piensa que las cosas saldrán mejor, piensa que esto es como una segunda oportunidad de hacer todo bien.
—No quiero una segunda oportunidad Bert, estoy jodidamente cansado —dijo reprimiendo un gemido de dolor. —Estoy cansado de todo.
El oji-azul pasó una mano por la espalda del menor, subiendo y bajando en un gesto reconfortante. No le importó tener la playera mojada, tenía que hacer que Gerard pudiera sacar todo el dolor que tenía acumulado dentro.
—Todo estará bien, Gee. Te lo prometo.
Gerard negó.
—No es así.
—No estás solo, nos tienes a nosotros —dijo todavía sin verlo a los ojos. Sabía que el pelirrojo lo estaba escuchando. —No vamos a dejarte caer.
El pelirrojo se echó a llorar más fuerte.
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I'm (not) okay
Hayran KurguEl demonio ha vendido su alma, por las piernas de un pelirrojo que trabaja bailando y cantando en un lugar que cierra en las mañanas. Incluye temas temas fuertes, se recomienda discreción. Drogas. Alcohol. Sexo. Prostitución. Problemas alimenticios...