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—Es tu cumpleaños, cariño.

—¿Mi cumpleaños? 

Gerard estaba despertando a las tres de la tarde cuando fue sacudido por alguien mientras estaba acostado en la cama. Afortunadamente ese día de descanso había coincidido con el de Donna. 

La mayor tenía un plan en mente, quería llevarlo a comer fuera despuésde tanto tiempo. Había pasado aproximadamente un mes desde la última vez que lo habían hecho y había estado juntando un poco de dinero para eso junto a un regalo. Quería sorprenderlo porque el año pasado se la había pasado trabajando, y por si fuera poco, había ocurrido una pelea fuerte donde hasta él había resultado golpeado por un estúpido ebrio.

Recordó que encontró un hilo de sangre en el pasillo que conducía a su habitación cuando se había despertado, y lo había encontrado durmiendo con un gran moretón debajo de un ojo, con servilletas llenas de sangre en el suelo que seguramente eran producto de su nariz. 

—Sí, estaba pensando en ir a comer o, ¿Qué quieres hacer? Dime.

Al pelinegro no le importaba mucho realmente, porque desde hace mucho se había convertido en un día cualquiera, pero al ver un poco de ilusión cruzar por la mirada de su madre hizo un esfuerzo enorme en levantarse e ir a ducharse para despertar bien. 

—Lo que quieras mamá, está bien —dijo antes de entrar al baño.

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Gerard no era maleducado, sólo se sentía demasiado incómodo en el restaurante que la mayor había elegido. De vez en cuando soltaba comentarios en susurros y ella los dejaba pasar pasar. Se había tardado demasiado en escoger algo del menú, tenía los ojos de su madre encima y eso lograba ponerlo aún más nervioso, así que tomando un impulso se decidió por una hamburguesa sin entrar en detalles. 

—En seguida vuelvo, voy a lavarme las manos —mencionó levantándose de la silla.

Como respuesta recibió un sonido positivo. 

No había revisado su teléfono en un buen rato desde que salieron de casa aunque lo había sentido vibrar, pero cuando lo hizo se encontró con mensajes de los únicos amigos que tenía, Bert, Ryan y Cassey. La rubia después de conocerlo se había dedicado a hacerse su amiga porque desde el inicio le había caído bien. Igual sabía que en algún punto terminarían siéndolo, ya que los clientes que tenía (los que ya llevaba tiempo conociendo) les gustaba el ambiente del otro lugar. 

Su jefe, por otro lado, le había dado un pequeño bono de regalo, recalcando que también era porque ya llevaba unos años trabajando para él.  

Gee, ¿Puedo llegar a tu casa a las 7? Quiero darte tu regalo antes de irme a trabajar -Cassey

El pelinegro le respondió que sí, que no había problema. 

Al entrar al baño se asqueó mirando hacia el techo, odiaba que en algunos malditos sitios no pusiera jabón, y a consecuencia tenía que cargar con el suyo siempre. Eso último no le molestaba, porque hasta gel antibacterial tenía, pero le molestaba la mala higiene de los lugares donde se suponía que llegaban personas a comer.

Se posicionó delante del lavabo, mojó el jabón y comenzó a pasarlo por sus dedos, lavando cada uno de estos y después talló los nudillos para finalizar con las palmas. Sus manos estaban bastante rojas luego de unos segundos, al parecer se había lastimado con sus uñas. Por eso se las mordía, porque aparte de los nervios, no le gustaba tenerlas tan largas.

Regresó a la mesa cuando se sintió a gusto. 

Antes de sentarse en su lugar logró distinguir una silueta que charlaba animadamente con Donna, y terminó de confirmar que era Bert cuando se puso enfrente. Él lo saludó levantándose para darle un abrazo muy agradable, felicitándolo nuevamente y diciendo que se había tardado, que ya tenía hambre. 

I'm (not) okayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora