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Tuvieron un juicio.

Cuando lograron arrestar al hombre que habían buscado todo este tiempo, se les pidió que asistieran un día en específico de la semana para que Gerard pudiese declarar, siendo asesorado con un abogado que Frank había contratado previamente. Y como tal su mente no estuvo presente por completo hasta que le tocó hablar, tenía un nudo en la garganta que no podía quitarse ni con el vaso de agua que le habían dado por cortesía y se tocó un rato la nuca por su nerviosismo. Antes de pronunciar palabra alguna observó con detenimiento a su agresor, quien ahora sabía se llamaba Héctor.

La sangre le hervía por las venas, y se dijo que no tendría nada de compasión por el sujeto como él no lo tuvo consigo. Nadie pasaría sobre él de nuevo, nada volvería a lastimarlo. No le importaba llorar mientras relataba lo que sentía y sintió, no le importaba temblar mientras decía cómo los dientes le dejaban marcas sobre su piel a la par que el miembro de ese sujeto le lastimaba por dentro. No le importó que el otro abogado se aflojara un poco la corbata porque sabía que este caso ya estaba perdido, lo último que terminó de respaldar la versión que Gerard había contado, fueron los antecedentes penales que su abogado, Sam, había conseguido y que no tenían tanto lapso de diferencia. Era una basura, ahora todos lo sabían.

Quince años de cárcel y quinientos días de multa.

***

Al salir, Gerard y el mayor fumaron unos cigarrillos antes de meterse al auto, seguía sintiéndose extraño, pero trató de ignorar el golpeteo en su pecho. Todo a simple vista había terminado.

—Siento que fue muy poco —dijo Frank mientras calentaba el motor. Gerard le dijo si podía acompañarlo al supermercado.

Cuando estuvo en casa del castaño, porque le había preguntado si quería quedarse con él unos días y aceptó, se encerró en el baño unos quince minutos, aproximadamente. Abrió con cuidado la caja que tenía una modelo con una sonrisa amplia en el rostro y colocó las herramientas a un lado del lavamanos, luego tomó las tijeras mientras se veía al espejo. Suspiró profundo recordando que Frank se había ofrecido a ayudarle, pero él se había negado porque dijo que podría solo.

Uno de los recuerdos que tenía muy presente de Cassie era ese decolorado que le había hecho, no pudo evitar hacer un puchero tocando los mechones de cabello que ya tenían el color rojizo muy deslavado, desde la última vez que realizó un retoque. Esa etapa de su vida había significado mucho para él, le dolía el pecho recordar cómo había empezado y cómo terminaría. Levantó las tijeras cortando mechón por mechón tratando de dejarlo del mismo largo.

Quizá para otras personas sólo era un cambio de imagen, pero Gerard estaba dando fin a esa etapa tormentosa en su vida.

Party había sido su punto fuerte, había sido su compañera y una versión que le ayudó a conseguir muchas cosas, pero ya no era algo que lo representara más. Dejó que su corazón se acelerara cuando veía que el lavabo se llenaba cada vez más y más de cabello porque tenía mucho, y se detuvo cuando el largo quedó a la altura de su barbilla (un poco más arriba). Por primera vez no sentía la cara húmeda cuando se vio, quizá era porque lo había hecho tanto estos días que por fin las lágrimas se habían agotado.

Dejó las tijeras sobre el inodoro y metió todo el cabello rojo en una bolsa de plástico del supermercado. Inhaló y exhaló. Preparó la mezcla del tinte, después estuvo agitando el bote durante unos minutos.

Sólo hasta que el color evolucionó a uno oscuro se colocó los guantes para esparcir el líquido sobre su cuero cabelludo, viéndose en el espejo, masajeándolo, tratando de mancharse lo menos posible el rostro. Sentía como si estuviese dándose una ducha, pero tenía el cuerpo bastante seco. Al terminar, tiró la basura en la misma bolsa, junto a los guantes que ya no servirían y le hizo un nudo bastante apretado. Se lavó las manos y se sentó sobre la tapa del inodoro, tendría que esperar media hora.

No sintió cuánto tiempo pasó cuando Frank tocó la puerta preguntándole si podía entrar, Gerard le dijo un fuerte, entonces abrió y lo encontró en una posición pensativa. El tatuado traía puesta una playera manga larga arremangada hasta sus codos, como le gustaba. Se recargó sobre el marco y le quedó viendo fijamente.

—¿Crees que una caja fue suficiente?

Gerard asintió.

—Siento que cubrió todo, ¿o qué dices?

Frank vio a un Gerard distinto, su cara se veía diferente, a pesar de tener el cabello hacia atrás y con pintura. Asintió enseñándole el pulgar hacia arriba y el menor subió las comisuras de sus labios en una sonrisa débil. Quería protegerlo, no de forma fraternal o porque sólo le gustara, Gerard había tenido una vida muy difícil. No podía pensar en otra persona que fuese más fuerte que él, y no era lástima, era admiración.

Platicaron en lo que la media hora terminaba, Frank le contó que Anthony estaba ganando mucha popularidad en el medio, y que confiaba en él porque hasta ahora, seguía siendo el mismo chico sencillo que había conocido. También le contó que en unos días sería su cumpleaños, que normalmente no hacía nada en esa fecha, pero sus amigos más cercanos querían realizar un pequeño festejo para quitar el estrés de los últimos meses. Gerard le dijo que le parecía curioso que su cumpleaños era el mismo día que se festejaba Halloween y Frank le mostró los puños. Soltó una risa cuando se dio cuenta de que esa palabra la tenía tatuada, formada por cada letra en sus nudillos y el mayor le dijo que era su festividad del año favorita.

—No suelo hacer nada, pero me divierten los disfraces.

—Cada día aprendo algo de ti.

—Creo que eso es bueno.

Gerard se bañó, para quitarse los restos de la tintura y la suciedad de su cuerpo, se enjabonó con un jabón nuevo que Frank le dio antes de irse a la sala. También le prestó una toalla que se sentía calientita. El agua tibia recorrió su cuerpo, se talló los brazos, codos, piernas, rodillas. Masajeó nuevamente su cabeza, hasta que en el suelo no se vio nada de tinte negro.

Después, al salir de la regadera, se secó el cuerpo cuidadosamente. Se vistió con otra ropa que había traído en una mochila de su casa, y cuando se vio al espejo pudo reconocerse. No se veía como cuando estuvo en coma y habló con Mikey, pero se parecía y sintió un peso menos en sus hombros.

Al salir del baño sintió un olor débil a comida, caminando por los pasillos se iba intensificando, llegando a la cocina notó que Frank cocinaba y estaba muy concentrado moviendo las manos de un lado a otro, como mezclando cosas.

Se dispuso a observarlo con mayor detenimiento, y no es que no lo hubiese hecho antes, pero había algo que lo estaba hipnotizado mientras le hacía de comer. Minutos después volteó y se alegró de ver a un Gerard con el cabello brillante y negro, junto a una nariz rojiza. Se había puesto un pantalón de chándal y una playera azul holgada. Se acarició la nuca nervioso, como esperando aprobación, Frank alzó las comisuras de sus labios unos segundos, después buscó unos platos en la repisa.

—¿Tienes hambre?

Gerard asintió.

—¿Qué hiciste?

El olivo sirvió una porción igual de espagueti en cada plato, espolvoreando queso parmesano encima y los dejó sobre la barra. Cuando el olor llegó por completo a las fosas nasales de Gerard sonrió, porque su estómago por primera vez en mucho tiempo hacía ruido, y se encontró entusiasmado por llevarse el primer bocado.

—Me dijiste que el espagueti era tu comida favorita.

Así era.

Ambos comieron en silencio y Gerard sintió que su paladar le agradecía con cada bocado, pues hacía mucho tiempo no sentía que una comida le gustara como para pedirle a Frank que le sirviera otro plato. Y el tatuado con gusto se levantó para hacerlo. No era un cocinero excelente, apenas había logrado que su madre le diera un recetario familiar para ir practicando, y hacía su mayor esfuerzo. Gerard le dijo que era lo mejor que había comido en años.

I'm (not) okayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora