Jungkook, ¿dónde estás?
Park Jimin se acurrucó en la cama, entre los objetos personales de Su Majestad, en un nido omega que había creado inconscientemente.
Sus dedos tiraron de la túnica real y tantearon la elegante textura, llena de bordados y diseños pintados a mano. Cada pequeño hilo de aquellas ropas parecía llevar el olor del alfa y los restos de su tan deseada presencia.
Tumbado en posición fetal, el chico se abrazó las piernas mientras recibía otra avalancha de calor, que le corroía las venas y le provocaba una dolorosa opresión en la ingle.
Los pantalones holgados que llevaba se pegaban con el sudor y el líquido claro que empezaba a inundar el valle entre sus nalgas. La respiración en sus pulmones era caliente y pesada, y el aire a su alrededor estaba espeso con las feromonas liberadas por el propio chico, por lo que el simple acto de respirar parecía difícil.
Con la mente cubierta por una neblina, Jimin murmuró y masculló el nombre de quien aparentemente tenía la respuesta a todas sus incertidumbres, el remedio para todos sus males.
Y cuando el grito de los soldados anunció el regreso del rey al castillo, sintió que podía volver a respirar profundamente.
Jungkook no se fue realmente, pensó el omega, con diferentes sentimientos vibrando en su pecho.
Jimin se apoyó en sus temblorosos brazos y se estiró hacia arriba, mirando la puerta y tragando en seco.
Cuando sus sensibles fosas nasales captaron los primeros filamentos del aroma de Jeon Jungkook, el chico quedó extasiado por una embriagadora ligereza. Sus mejillas y otras zonas de su cuerpo se llenaron de color, la sangre hirviendo bajo su pálida piel.
Jimin escuchó los pasos del lobo, que poco después se convirtieron en pasos humanos. Y entonces el pomo giró lentamente, abriendo las grandes puertas con un estruendo metálico.
Y allí estaba el monarca de esas tierras, rey y gobernante de Adaman, en su plenitud tan seductora y deslumbrante que casi hace caer el pecho de Park Jimin al suelo.
Los ojos de Su Majestad ardían de un rojo intenso.
—Jimin. —dijo, todavía vacilante, todavía
frustrantemente contenido.Jungkook todavía llevaba la ropa que había llevado a la fiesta esa noche. Pantalones oscuros, abrigo blanco con bordados rojos, anillos plateados y botas negras. Pero toda la pulcritud de antes parecía haberse empañado de alguna manera. Los mechones de pelo se escapaban de su peinado y las bolsas bajo sus ojos redondos eran un poco profundas.
Por supuesto, ninguno de estos detalles podía robarle al rey su impactante belleza, pero le daba un cierto toque de salvajismo que Jimin no estaba acostumbrado a ver.
—Jimin, estás... —Jungkook cerró sus fosas nasales y parpadeó varias veces. Sus puños se cerraron a los lados de su cuerpo.
El olor a omega era demasiado fuerte e imposible de ignorar.
—¿P-por qué huiste de m-mí? —su mente estaba inestable, así que gritó de dolor, de rabia y de algo más que no entendía.
—¿A d-dónde f-fuiste? ¡Argh! —el chico se encogió hacia delante al sentir que su pecho se tensaba y su miembro íntimo palpitaba. No sabía por qué estaba tan triste, ni por qué el calor que vibraba en su cuerpo se había intensificado con la presencia de Jeon.
Tal vez estaba entristecido porque el alfa se había comportado de forma extraña varias veces, como si quisiera rechazarlo, evitándolo a toda costa.
Tal vez estaba caliente porque su cuerpo anhelaba el cuerpo de Jungkook como nunca había anhelado ningún otro.

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Omega De Plata (Kookmin) [Omegaverse]
FanfictionTRADUCCIÓN AUTORIZADA POR LA AUTORA ORIGINAL @K_M_R_Leda •Como un verdadero nerd, fan de los cómics y videojuegos, Park Jimin no sabe qué hacer con su hermana fujoshi. La chica, fascinada por las novelas gay, sueña con unirlo a él con algún chico ta...