Capítulo 32

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Cuando tú te hayas ido,
me envolverán las sombras.
Cuando tú te hayas ido,
con mi dolor a solas,
evocaré este idilio
de las azules horas.

Las siguientes horas fueron poco satisfactorias, una doctora me auscultaba mientras yo estaba sentada en la orilla de la cama con mi cabello castaño en una trenza, vestía un pants gris que me quedaba holgado al igual que la playera negra que cubría mi torso, posteriormente se encargó de realizarme una serie de análisis médicos que lo único que hacían era revivir en mi mente el momento de la violación a su vez todas las horribles sensaciones. Esa misma tarde Javier fue capturado por los sicarios de Escobar, al poco tiempo la embarazada hija de los Vianelli asimismo. Ambos encerrados en una habitación de la casa de mis padres, custodiados.

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Me tomaron dos semanas "recuperarme" porque en lo absoluto fue así, cada vez que me miraba al espejo lo veía a él así como también el daño que me causó física y psicológicamente, los moretones en mi cuerpo se desvanecerían pero las cicatrices en mi alma jamás, no puedo evitar pensar que todo fue culpa mía, desde el momento que lo dejé adentrarse en mi vida podía verse mi decadencia.

En ese par de semanas evitaba la comida a toda costa incluso no salía de la habitación pues me daba vergüenza que todos me vieran, Escobar tenía que cuidar sus negocios por ello su cuñado Fabio Urrea me llevaba comida y se cercioraba de que me alimentara bien, él solía comer conmigo, conversábamos de cualquier tema cosa que me mantenía alejada de mis pensamientos, me trataba como a una persona normal además que no me miraba con lástima, fue cordial y atento conmigo haciéndome sentir especial.

—Támara, yo entiendo que todo por lo que está pasando en estos momentos no es nada fácil, pero vea usted lleva una semana sin salir de esta habitación—ya sabía a dónde llevaba esto

—Fabio, le agradezco su preocupación pero yo todavía no me siento lista como para salir, no quiero que me sigan mirando con lástima o que cuchicheen cada vez que me vean pasar—me abracé a mi misma

—Yo le prometo que nada de eso le va a pasar pero venga—parado en el umbral me ofreció su mano, lo dudé unos segundos pero terminé aceptando.

No significa nada el calor de Medellín la vestimenta era la misma pants, sudadera y playera holgados, en ocasiones, colocaba el gorro de la sudadera sobre mi cabeza, no importa la cantidad de ropa que use me sentía expuesta.

La reincorporación a la vida fue despacio, en las tardes dábamos caminatas por la Hacienda, Fabio tomaba mi mano haciéndome sentir segura al mismo tiempo que me hacía sentir vulnerable por depender de alguien más.

Uno de mis rutinarios días, me encontraba mirando un programa de televisión cuando en la habitación irrumpió Escobar acompañado de Graciela Rojas.

—Ustedes necesitan hablar—afirmó Escobar y cerró la puerta. Apagué el televisor para prestarle total atención a mi invitada

—Ya sé lo que te ha pasado...yo viví lo mismo a tu edad—le miré a los ojos—una nunca vuelve a ser la misma pero tienes que demostrarle que eres una mujer fuerte, debes enseñarle que no puede intimidarte, que ha perdido todo el poder que tenía sobre ti—acarició mi mejilla y pasó un mechón por detrás de mi oreja—Aún eres joven y bella, no puedes condenarte a cuatro paredes, tú tienes gente que te apoya, en ellos me incluyo—no puede evitar romper en llanto, me dolía saber que había gente preocupada por mí, sin embargo, yo no lo hacía en lo absoluto.

Abracé a Graciela, ella me correspondió—Gracias—agradecí mirándole a sus ojos azules

—Sino te sientes cómoda en Medellín, las puertas de mi casa en Miami estarán siempre abiertas para ti—agradecí

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