Capítulo 31

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Tres meses después

Javier no fue estúpido, sabía que Pablo Escobar me  respaldaba así como también que me ayudaría a hacerle daño a su mujer e hijo por lo que se los llevó de Colombia a Puerto Rico dónde estaba vigilada las veinticuatro horas del día, debido a esto Escobar no pudo ayudarme a llevar a cabo mi venganza.

En todo este tiempo ninguno de mis progenitores se apareció más por Colombia, como recompensa por no poder cumplir su antigua misión mi amigo se ofreció a reconciliarme de nueva cuenta con ellos, teniendo en cuenta su cometido adicional a sus negocios se reunirán en Miami.

Mientras tanto yo trataba de recuperarme de su pérdida, la ilusión de tener algo y que después sea arrebatado de ti causa un dolor irremediable pero es posible de sobrellevar, me aísle de todo, en especial de aquello que gritaba su nombre.

Permanecía expectante de la visita de Pablo para conocer la respuesta de Marcus, llamaron a la puerta, tan campante la abrí encontrándome con ... ¿Javier?

—¡¿Qué mierda haces aquí?!—interrogué alterada, llevaba meses sin saber de él y su visita no podría significar otra cosa que una tragedia—Mis padres, o sea tus socios no están aquí, será mejor que te vayas—intenté cerrar la puerta aunque en un rápido movimiento ingresó a mi hogar.

—Yo sé perfectamente dónde están—me dedicó una mirada que provocó escalofríos en mí—Vine a estar un tiempo contigo, para pasar un rato con mi mujer —replicó, fruncí el ceño pretendiendo no estar atemorizada.

¡¿QUÉ DEMONIOS?!

—¿Qué te pasa Támara? ¿Tienes miedo?—preguntó rozando mi mentón ligeramente con el dorso de sus dedos ante tal acción me sobresalté

—... No...—murmuré con voz temblorosa, tomó mi brazo jalándome escaleras arriba, mi corazón latía apresurado, estaba aterrada

—¡Suéltame!—ordené intentando liberarme de sus manos, fue en vano. Me arrastró hasta mi habitación donde apuntó un arma hacia mí para que me desnudara. Estaba en ropa interior, sentada en una esquina llorando, mientras Javier estaba en el baño inhalando su droga favorita.

Rezaba porque alguien me salvara.

—Mi amor, te voy a dar un verdadero motivo para llorar—alcé la vista examinando su rostro

—¿A qué te refieres?—interrumpí el llanto para conocer su acciones

—Ni Marcus ni Samantha regresarán nunca—sus ojos se veían sombríos, ya esperaba lo peor pero necesitaba escucharlo     de él—Yo los maté—confesó riéndose

—¡Eres un hijo de puta!—Grité llena de rabia, me levanté hacia dónde estaba quería golpearlo pero él me dio una bofetada que me hizo caer en la cama donde Javier me colocó boca bajo sometiéndome bajo él, con una mano sostenía las mías para que no infiriese con sus planes, con la otra corrió mis bragas para deslizarse dentro de mí, aunque estaba atada de manos me removía en mi sitio para impedirlo a toda costa.

Tiró de mi cabello y susurró en mi oído—Te conviene hacer esto por la buenas—lanzó mi cabeza hacia el colchón nuevamente, esta vez me tomó por el cuello para proceder a penetrarme, era un violento vaivén que sólo le satisfacía a él, por otro lado yo estaba vuelta un mar de lágrimas, el tiempo transcurría con más lentitud de lo normal alargando mi agonía.

Terminó dentro de mí.

Minutos más tarde se escuchó un ruido semejante al de un balazo, tal vez mi salvación había llegado aunque un poco tarde.

—¡Ayuda!—grité alarmada

—¡Cállate zorra!—exigió tomándome por la nuca me lanzó hacia el suelo, mi pómulo se estrelló contra el frío mosaico,
pateó mi abdomen en consecuencia perdí el aliento y me quedé ahí tumbada intentando recuperarme, antes de que Javier se aseara en el baño dejó el anillo con el que me pidió matrimonio sobre las sábanas blancas de mi cama.

—Siempre vas a ser mía Támara Greene—advirtió—¿No sabes que no puedes ganar?—cuestionó burlón

Después de unos minutos Pablo Escobar abrió la puerta y me vio ahí tirada, tenía un arma en la mano, me pidió que guardase silencio así lo hice, se adentró en la habitación y caminó hacia el baño encontrándose con Javier,  le pegó con el arma en la nuca, este quedó inconsciente y cayó al piso. Los sicarios de Escobar
("Chili" y "Marino") se lo llevaron, el líder del cartel de Medellín me envolvió en una sabana y me sacó de mi habitación, posteriormente de mi casa

—Patrón, este hijo de puta se aprovechó de ella—mencionó Marino

—Mátelo—ordenó Pablo sin emoción alguna

—¡No!, Marino a ese cabrón lo voy a matar yo—amenacé

Pablo, Gonzalo y yo nos montamos en una camioneta roja conducida por "Marino" en otra camioneta "Chili" y otros hombres llevaban a Javier aún inconsciente.

•••••••••••••••••••

Cuando desperté estaba en una cama en alguna habitación de la Hacienda Nápoles, Pablo estaba sentado frente a mí y pude observar su rostro, en el reflejaba impotencia.

—Fui a Miami para reunirme con tus padres...—hizo una pausa—no encontré sus cuerpos pero si unas fotografías de sus cadáveres—se notaba que contarme aquello no había sido fácil para él.

—Yo voy a matar a ese hijo de puta—dije refiriéndome a Javier

—"Marino" y "Chili" se están encargando de él, debes descansar—las lágrimas brotaron sin parar de mis ojos

—Pablo...—mi voz se quebró—Ese hijo de puta mató a mis papás—sollozaba mientras él me abrazó—Me destruyó—susurré—Es lo justo—limpió mis lágrimas

—Es todo tuyo, pero hasta que te recuperes—Escobar salió de la habitación y yo lloré hasta quedarme dormida

Me odiaba a mi misma por no haber escuchado con atención las advertencias de Verónica, por no alejarme en definitiva la primera vez que me golpeó, permití que siguiera avanzando hasta que abusó de mí en un baño, me aisló de mis seres queridos hasta que me dejó completamente jodida.

Yo tan sólo era una niña jugando a ser adulto y perdí engañándome a mí misma con la idea que yo era más madura para mi edad. En Javier buscaba ese amor que mi hogar no ofreció y él se aprovechó de eso. Siempre creí que él podría ofrecerme ese hogar cálido del que salí en busca pero a cambio me mostró todo lo malo que un ser humano puede tener.

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