Capítulo 4

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Una maldita alarma me despertó eran las 7:30 am.

—Tenemos que estar en el aeropuerto a las nueve—explicó Javier y me levanté, me adentré en el baño para ducharme, mientras que él hacia sus maletas, una vez que acabé de bañarme me vestí y elegí un suéter color beige, una falda guinda arriba de la rodilla, una pantimedia negra y unos tacones negros, cepillé mi cabello y me maquillé. Guardé mis cosas y metí mi maleta al Jeep mientras Javier se duchaba. Finalizó su ducha se vistió y nos encaminamos al aeropuerto.

Estar con Javier era de las mejores experiencias de mi vida, todo era pura diversión, él me sacaba de la rutina habitual la cual odio, jamás hay diversión o aventura alguna en cambio con él siempre y eso es lo que amo, las aventuras y Javier siempre me hace experimentar alguna. Sin duda alguna él es la luz en todo mi obscuridad y jamás quiero perderlo, jamás quiero volver a estar en la obscuridad... él es la felicidad que yo estaba buscando.

Llegamos al aeropuerto y su celular comenzó a sonar, él contestó y se alejó, no parecía estar muy contento, probablemente sería una de esas llamadas que mi padre tiene a veces y tenemos que salir de huida al lugar más recóndito de este planeta. Finalizó la llamada y se notaba tenso.

—¿Qué sucede cariño?—pregunté y acaricie su mejilla

—Mis enemigos me están pisando los talones, acaban de llegar a la finca y los hijos de puta mataron a mi mejor
hombre—dijo Javier furioso

—¿Qué haremos entonces?—pregunté asustada, de seguro saben  dónde estamos, ojalá me mataran para darles una lección a mis padres

—Deben de estar buscándome en mi apartamento o en la finca, es mejor que viajemos pero con escoltas—respondió Javier y llamó a dos de sus hombres esperamos en el Jeep en lo que llegaban

—¿Alguna vez te sucedió algo así?—preguntó Javier más relajado

—Cientos de veces, mi... niñera murió en un enfrentamiento, nadie nos avisó, estábamos de fiesta y de pronto había hombres disparando por todos lados, cadáveres por doquier—respondí

—¿Cuantos años tenías?—preguntó Javier acariciando mi hombro  y jalándome hacia él

—Cinco años—respondí con un susurro,  recargue en su hombro, y me quedé dormida, sentí cuando Javier depositó un beso en mi cabeza y luego recargó su cabeza en la mía. Benicio me despertó y al abrir mis ojos vi una camioneta negra con vidrios polarizados con hombres armados dentro de ella.

Javier y yo bajamos del Jeep, saludó de mano a todos los hombres, los saludé, eran seis hombres, dos para cuidado de Javier, otros dos para mí cuidado y los demás nos cuidarían durante el viaje y en la playa.  Nos montamos en el avión, el piloto saludo de mano a Javier, este se notaba nervioso y tembloroso, mientras que yo y los escoltas nos acomodábamos en nuestros asientos, era un avión bastante lujoso, los asientos eran de piel, el piso estaba cubierto por una alfombra roja que parecía seda, por cierto los asientos eran bastante cómodos, los escoltas se sentaron a mi derecha, Javier llegó y se sentó frente a mí, ambos asientos tenían vista a la ventana. Cerré mis ojos e imaginé a Javier y a mí diciéndole a mis padres de lo nuestro, e imaginé la propuesta de Javier acerca de casarse conmigo, y de inmediato borré esa escena, es obvio que cuando lo dijo estaba borracho o probablemente drogado. Sé que ni con la mujer más hermosa del mundo se casaría...

—¿Y si les decimos a tus padres de lo nuestro?—preguntó Javier, reí

—¿Bromeas?, te matarían—dije

—Yo opinó que lo comprenderían, te dejan tanto tiempo conmigo, tú una niña hermosa, yo el mejor amigo de tu padre, soy tu mejor partido y es cien por ciento comprensible—dijo Javier

The Drug Lord Donde viven las historias. Descúbrelo ahora