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Hyunjin estaba sentado en una esquina de su cama, realmente odiaba esto. Justo terminaban de hacerlo y el azabache se sentía verdaderamente sucio. No amaba a Jeongin para nada, pero para proteger a Felix tenía que elegir este camino, quién sabía qué tan lejos llegaría su antiguo amigo, ni sabía qué tanto daño le haría a Felix.

Suspiró pesadamente, alcanzando con su mano el celular que descansaba en una de las estanterías del mueble de delante. Miró la pantalla con el ceño ligeramente fruncido y comprobó que el pelirosa seguía durmiendo. Desbloqueó la pantalla del aparato y se metió en el chat de Felix.

«Lo siento, Felix. Lo habrás pasado mal, tengo que hablar contigo, pero también tengo que mantener a raya a Jeongin. De verdad que lo siento. Espero que puedas responder cuanto antes.»

Después de pulsar a enviar, archivó la conversación con el pecoso por si la persona que estaba en su cama espiase y examinase todo su celular sin que él se diera cuenta. Jeongin era muy celoso y posesivo, debía encontrar una manera de librarse de él rápidamente.

Se sobresaltó al ver cómo dos brazos lo rodearon desde su espalda. Jeongin se había levantado, aunque no parecía despierto del todo.

—A sido increíble... —el menor le cuchicheó en el oído—. Podría decir que incluso mejor que la última vez... ¿Deberíamos repetir?

Hyunjin se asqueó. Nunca en su vida había conocido a alguien como él. Cuando el de cabellos azabaches lo vio por primera vez, él no era así.

Fue hace muchos años cuando Hyunjin y Jeongin se hablaron por primera vez en el parque de debajo de casa: en el patio donde el pequeño Hyunjin iba a jugar todos los días después de volver del colegio. Ese día, como todos, subió a su casa para dejar la mochila y agarrar la pelota.

—¡Jinnie, la merienda! —gritó la voz de una mujer desde la cocina. El mencionado, con la pelota en las manos, entró a la cocina, donde su madre le esperaba con un zumo de naranja y un bocadillo de jamón y queso—. Recuerda comértelo todo —explicó la mujer—, y ten cuidado en el parque, ¿vale? ¡Y no regreses tarde!

El menor asintió en respuesta y salió corriendo de casa, con la merienda y la pelota en sus manos. El chico estaba tan contento, tan emocionado, tan entusiasmado...

Se encontró con sus amigos y juntos jugaron al fútbol, como hacían todas las tardes esos días de niñez y juventud.

—¡Gooool! —gritó el muchacho levantando los brazos al marcar dentro del espacio decidido para que fuera la portería.

Su equipo se acercó a él para abrazarlo y celebrarlo. Gritos de emoción se escucharon por todo el parque, algunos padres aplaudieron por aquel logro y los chicos siguieron jugando. Cuando Hyunjin pateó la bola con la intención de marcar otro gol, la pelota salió volando, cayendo entre unos arbustos en la calle de enfrente.

—¡Lo siento, voy yo! —exclamó él.

Corriendo, se acercó a la pequeña carretera, mirando a los dos lados primero y luego cruzar con seguridad. Se acercó a los arbustos y se encontró con un niño escondido entre ellos, Hyunjin se asustó al verlo.

—¡Me asustaste! —exclamó—. Oye, ¿estás bien? ¿No te has muerto? —Hyunjin se acercó.

—Oh, hola —el contrario le sonrió—. ¿Es esta tu pelota?

—Eh, sí, muchas gracias. ¿Cómo te llamas?

—Jeongin. ¿Tú?

—Encantado, yo soy Hyunjin —sonrió—. ¿Te apetece jugar conmigo y mis amigos al fútbol?

—Lo siento, pero no sé jugar.

—No importa, será divertido.

—Está bien —respondió tras dudar un poco.

GIRASOLES [HYUNLIX]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora