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—Hyunjin, me gustas.

Todo iba demasiado rápido. Él quedó paralizado. Nunca pensó que esas palabras, en las que en un pasado quiso escuchar venir de él, ahora fueran su mayor terror. No sabía cómo responder, ni cómo reaccionar.

Sí, le gustaba Felix.

Sí, estaba enamorado de él.

Lo sabía perfectamente, lo tenía muy claro.

Pero algo le impedía hacer lo que de verdad quería. Amaba a Felix y quería vivir con él el resto de su vida, sin embargo, si daban un paso más en su relación, temía que la vida del pecoso corriese riesgo.

¿Era cobarde por decidir esto?

¿No era valiente?

No podía arriesgarse a que la persona que le gustase corriera riesgo.

Pero, ¿qué le iba a decir?

Tenía miedo.

Miedo a perderlo.

Miedo a que si no le respondía, el pecoso volviera a alejarse.

En su cabeza la respuesta se estaba formulando, pero no era la que el corazón le gritaba con toda su fuerza y suplicaba responder. Él se hizo el sordo, pues no quiso escuchar su interior, temía por la seguridad de Felix.

¿O le temía a Yang Jeongin?

El menor observaba los ojos del contrario, con la barbilla levantada. Sus ojos brillaban y su rostro se tornaba de un leve color rojo poco a poco. Hyunjin se sentía como nunca se había sentido. El chico que le gustaba le pidió salir, pero no podía aceptar nada. En su interior todo se había mezclado: confusión, miedo, pánico, alegría, tristeza, inseguridad...

Parecía que no respiraban. Parecían dos estatuas que llevaban ahí milenios, siendo un atardecer hermoso y millones de girasoles quienes eran los testigos de aquella escena. Tenían las manos unidas y apenas se escuchaba nada. Su respiración parecía ser el soplido del viento y el color rojizo del cielo era el calor en sus corazones. Las aves habían aterrizado en algún lugar, en tierra firme, y las nubes seguían manchando y decorando ese paisaje.

Silencio. Silencio era lo que rodeaba y pesaba en el ambiente.

Felix no estaba impaciente por la respuesta, más bien, no esperaba ninguna. Sabía por alguna razón que él no aceptaría.

En cambio, Hyunjin estaba mareado. Los pensamientos seguían atormentando su cabeza y el agarre de manos con el pecoso no lo ayudaban.

—¿Estás bien, Hyunjin? —preguntó el menor—. Tus manos tiemblan.

Se veía preocupado.

—Felix, tengo miedo —confesó—. Tengo miedo de perderte —sollozó.

—Hyunjin, está bien —el de cabellos rubios acariciaba suavemente la amplia espalda del contrario, tratando de consolarlo—. No me voy a ir.

El mayor rompió en llanto. Lágrimas salían de sus ojos como cascada en una montaña, empapaban sus mejillas y enrojecía e hinchada los párpados del mismo. Se tapaba la cara con sus manos y se abrazaba a sí mismo, gritando y rompiendo aquel silencio en medio de un gran y extenso campo de girasoles.

Felix seguía sobando su espalda con cariño y delicadeza, esperando a que el mayor se tranquilizara un poco y pudiese seguir hablando. No esperaba mucho, más bien, quería escapar de ese futuro. Quería evitar la respuesta de Hyunjin sabiendo que sería inevitable.

¿Lo rechazará?

¿Lo hará?

—Lo siento, Felix, yo... —sollozó el mayor—, yo no puedo corresponderte. Felix, de verdad que lo siento mucho, pero yo...

GIRASOLES [HYUNLIX]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora