ⅩⅤ

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—Felix, muérete. Vete a la mierda —dijo la persona al otro lado de la línea—. Me has arruinado, maldito manipulador de mierda. De verdad que deberías morirte, no mereces vivir. ¡Hipócrita! —exclamó entre risas.

El menor colgó la llamada de inmediato. Esas palabras de verdad le dolieron. Sí, estaba segurísimo de que esas palabras venían de Hyunjin, pero no del Hyunjin que él amaba, sino del Hyunjin que fue manipulado por Jeongin.

Cuánto quería hablar con él y decirle las cosas que necesitaba. ¿Que él era hipócrita? Oh, se lo decía a la persona equivocada. El hipócrita era su exnovio y —ahora— novio.

Felix, enfurecido, tiró el celular a un lado con fuerza, sin importarle que este rebotara y cayera al suelo. Posiblemente el aparato haya sufrido algo, pero ahora mismo, lo que más le dolía al pecoso era su pecho. Le dolía el alma. Era como si estuviera siendo ahogado en el fondo del mar, como si alguien le hubiese clavado una estaca en el corazón, como si algo en su interior se estrujara tanto que iba a explotar, como si ahora ya no hubiese ningún sentido en su vida.

Sus lágrimas caían a montones y resbalaban en sus rojizas mejillas. Pensó haberlo superado en dos semanas, pero al parecer ahora necesitará más tiempo. Quería gritar, sin embargo, un nudo en su garganta se lo impedía.

La televisión seguía en pausa, haciendo que en la sala sólo se escucharan los sollozos desconsolados del rubio. Abrazó sus rodillas, pegadas a su pecho y cabizbajo.

Oh, cuánto quería escapar de esta cruel realidad.

Cogió una almohada y la abrazó fuertemente para luego tratar de ahogar un grito en ella. Sus palabras no salían, ni mucho menos su voz. Nunca pensó haberse quebrado tanto, y era consciente.

Deseaba no estar llorando en ese momento, se odiaba a sí mismo. No por las palabras de Hyunjin, sino el estar llorando por ello en este momento.

Aún recordaba los días en los que lloraba por él.
Oh, cuánto deseaba olvidarse de eso.

Aún recordaba los días en los que lo perseguía.
Oh, cuánto deseaba nunca haber estado interesado en él.

Aún recordaba ese día en el que hablaron por primera vez.
Oh, cuánto deseaba no haber tirado su llavero de girasol al suelo.

Aún recordaba esa noche en el karaoke.
Oh, cuánto deseaba seguir teniéndole miedo esa vez.

Aún recordaba ese día en el que tuvieron una cita yendo al museo de artes.
Oh, cuánto deseaba no haberse quedado mirando ese cuadro de un jarrón con girasoles.

Aún recordaba esa noche en la que plantaron un girasol juntos.
Oh, cuánto deseaba nunca haberlo hecho, cuánto deseaba no haberlo llevado nunca a ese lugar.

Cuánto deseaba nunca haberlo conocido. 

Cuánto deseaba nunca haber venido a Corea. 

Cuánto deseaba no haber nacido nunca.

—Hyunjin, te odio... —murmuró levantando su cabeza de la almohada, dejando así sus rojizos ojos al descubierto.

Las lágrimas no dejaban de salir. Le dolían los ojos. Así llegó la noche, estuvo todo el resto del día llorando en el sofá. Apagó la televisión, ya no tenía ganas de hacer nada.

Se levantó con torpeza y caminó hacia la cocina, ni siquiera le dio un vistazo a su celular, descansando en el suelo y posiblemente roto.

Se metió a la boca lo primero que encontró y se quedó parado en el lugar, masticando el pan que introdujo en su boca hace segundos. Miraba a un punto ciego y se mantenía en silencio. No abrió la boca en todo el maldito día, sólo para ahogar gritos y quejarse.

GIRASOLES [HYUNLIX]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora