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Nunca me había sentido tan bien hasta hoy.

Las lágrimas de felicidad no me dejaban aunque hayan empezado hace ya minutos.

El auto iba en silencio mientras miraba con mis ojos nublados por la ventana.

— Lo hice.

— Lo hiciste, hija, realmente no hiciste — la voz de papá Andres me hizo soltar un sollozo fuerte.

— Nunca lo dude, mi amor — papá Nicolas hablo alegre.

Solté un gritito mientras una sonrisa grande se formaba en mi rostro. Me senté en medio de los asientos de atrás y tomé la mano de papá Nicolas que era el copiloto.

— Estoy orgulloso.

— Papá, enserio lo hice, yo... Tengo mi alta, al fin — mis ojos felices revoletearon con las lagrimas.

— Eres muy digna hija mía, Samantha Brown — papá Andrés dijo en un grito alegre mirándome de reojo con una gran sonrisa — Vamos a celebrarlo hasta la muerte, gastaré toda mi fortuna en lo que tú quieras, hija.

— Papá — risueña le pegué en el brazo — Guarda esa fortuna para mi herencia.

Las risas y la comodidad era latente en el lugar, la felicidad rebosaba en el auto.

Yo estaba feliz, como nunca.

Nunca creí que este día llegaría, y tan pronto, nada había sido en vano.

Todos los sacrificios y problemas ya no eran nada para mi. Lo valían completamente y no arrepentía de nada.

Ya con esto mirar atrás no era una opción, solo debía mirar a delante y continuar. Cuidarme física y mental, y lo haría bien, estaba segura, más que nunca.

— ¿Cuanto falta ya para llegar al hotel? Deben dejar que beba algo de champán — sonriente apoye mi cabeza en el hombro de papá Andrés mientras miraba el camino frente a nosotros.

— Haremos algo mejor que eso, mi vida.

— ¿Mejor? Supongo vale la pena después del tremendo viaje que nos dimos de Salt Lake al hospital y ahora ni idea a donde vamos ¿Vamos a Oceanside?

— Mejor.

Mi boca se abrió de la sorpresa, estupefacta me moví a un costado del auto y saqué mi cabeza por la ventana viendo frente a mi en claras letras grandes y gastadas.

"Cano Shallow Lake".

No lo podía creer.

Sinceramente no podía, para nada.

Sin poder reaccionar el auto ya se había detenido y mis paps se habían bajado, frente a mi estaban ellos sosteniendo mi maleta con unas grandes sonrisas en el rostro.

— ¿Qué...

— Sorpresa.

¿Que carajos?

— ¿Papá Nicolas, que es...

Mi voz se atoró mientras intentaba hablar y bajar a la vez del auto a tropezones.

— Lo habíamos decidido antes de tu alta, tenemos las suficientes precauciones y arreglos con el director para que te quedes sin problemas, pero ahora es mucho mejor, amor. Todo estará mejor — alegre papá Nicolas tomo del brazo a papá Andrés mientras agitaba su cuerpo feliz — Podrás estar con tus amigos y disfrutar lo que queda de verano con ellos.

— Aunque aún debes cuidar tus defensas de las bacterias y gérmenes puedes estar aquí, mientras evites actividades físicas excesivas y paseos innecesarios — papá Andres sonrio también acercándose a mi con papá de su brazo, ambos tomaron mis manos mientras que mi rostro seguía sin expresión — ¡Tendrás tu propia habitación y atención médica!

CONTINUE, Ricky BowenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora