¡ 0 1 !

531 22 6
                                    



Finalmente luego de horas de viaje las piernas adormecidas sintieron la firmeza del suelo, la casa frente a mi que tal cómo recordaba se veía grande y hermosa, como la primera vez que la vi, la admiré con una sonrisa y devoción.

Estaba de regreso en casa.

— Cariño.

Giré mi atención a mi papá Andrés que detrás de mi cargaba con mi maleta, inmediatamente intenté ayudarle con aquella, pero rechazó la ayuda con una sonrisa.

— Papá, déjame a mi.

— No, no, debes estar cansada de tanto viaje ¿no?

— No, papá, estoy increíble — le sonreí y tomé mi maleta de su mano empezando a caminar hacia la casa sin girarme nuevamente. Mis manos se movieron solas y sacaron las llaves de mi mochila, el sonido de la puerta abriéndose en la vacía casa resonó por todo el lugar, pero el silencio no duró lo suficiente ya que apenas colocar un pie en la entrada una gran cantidad de confeti me atacó al rostro.

Gina frente a mi, sosteniendo el ex contenedor de confeti sonreía con un gran cartel de bienvenida a su espalda.

Sonreí y con mis ojos nublados de la felicidad por verla solté mis cosas corriendo hacia ella con los brazos extendidos. El abrazo no se hizo de esperar y mis delgados brazos se envolvieron con fuerza por la cintura de Gina.

Vaya que la había extrañado estos meses, estar lejos de ella por tanto tiempo nuevamente luego de mi regreso había sido una tortura, bueno, quizás solo para mi ya que la linda chica que era mi mejor amiga se encontraba felizmente en una relación con el odioso de mi amigo, EJ.

— ¡Sammy! No sabes cuanto te extrañé. Finalmente estás aquí.

— Gina — susurré su nombre en una sonrisa — También te extrañé, gracias por la bienvenida.

— Todo por el regreso de Samantha Brown de la muerte.

— Hey — solté una risa y me separé de ella — No morí, tonta.

— Pero fue un casi — su ceño se frunció.

Fruncí mis labios en una mueca y suspiré, le miré a los ojos seria.

— Un casi que nunca más sucederá.

— Me asusté, Sam — sus ojos tristes me miraron fijamente, cohibida desvíe la mirada.

Asustarlos era lo único que quería, esto era lo que no quería.

Dejar huellas.

— Lo siento — me disculpé bajando la mirada.

— Pero estás aquí, y nada más me podría hacer más feliz.

— Prometo que no habrá más sustos, Gina, todo estará bien ahora.

— Claro que lo estará, eres la chica más fuerte que conozco — me empujo con frente con su dedo y soltó una risa — Te quiero.

— También te quiero — sonreí empujándola del hombro — ¿Y solo esto era la sorpresa? ¿Y mi comida especial de bienvenida?

— Te adelantas — risueña Gina miro de tras de mi y sonrió más grande — Señores Brown, es bueno verlos — camino a un lado mío llegando a mis espaldas para saludar a mis papás.

— Gina, querida, tan radiante como siempre — papá Nicolas le dio un abrazo que la menor recibió con mucha felicidad.

— Esas trenzas estás hermosa, linda Gina — papá Andrés ahora la saludó de un beso en la cabeza mientras dejaba nuestras cosas en el piso de la entrada.

CONTINUE, Ricky BowenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora