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RÁPIDO

La puerta se abrió, Nanon vio a su jefe y el papá de su mejor amigo del otro lado del umbral, el hombre le hizo pasar y él entró, Chimon estaba sentado en una de las sillas con la mano en el puente de su nariz, Nanon noto que se veía cansado y quiso preguntarle qué sucedía, su jefe le pidió sentarse.

— Entonces, ¿dónde quieres estar? — preguntó, llamando su atención, provocando que quitara la vista de Chimon.

— Evidencias, señor — contestó, el hombre simplemente asintió, y amagó caminar a la puerta cuando el teléfono sobre su escritorio sonó.

— Poom — contestó, Nanon se quedo viendo al hombre que escuchaba a través de la bocina del aparato — Si aquí está, si ya me los enseñó — dijo, Nanon dirigió su mirada a Chimon, que veía a su padre atento con expresión preocupada — Yo si le creo — dijo, Chimon soltó un suspiro y miró a Nanon, el chico intento darle una sonrisa a Nanon pero le salió como una mueca — De eso no tengo duda, de las similitudes físicas que dice Chimon aún dudo un poco — dijo, Chimon miro a su padre con semblante confundido, Nanon miro a su jefe — Lamentablemente tendríamos que esperar otro — y colgó.

—Pa — le llamó Chimon con reclamo, el hombre lo vio, negó con la cabeza e hizo un gesto con su mano extendida para que el chico se detuviera de hablar.

— Sabes cómo se maneja, no podemos asumir sin pruebas — le dijo, Chimon soltó un bufido y se levantó, salió de la oficina y dio un portazo que sobresaltó a Nanon y dejó al hombre con un semblante decepcionado que podría notarse a millas a la redonda.

— Te muestro tu nuevo lugar de trabajo y luego te tomas el resto del día, mañana empiezas en evidencias — murmuró el hombre rascando su barbilla con aire cansino, Nanon asintió y los dos hombres salieron de la oficina.

Nanon entonces recordó porqué Chimon había acudido a su padre con sus dudas, el comandante Chimon había dirigido alguna vez la división de homicidios de esa misma comisaría, y pidió su cambio a crímenes contra la salud justo un año antes de que ellos se graduaran de la academia. Chimon nunca supo porqué y él tampoco, pero el hombre había sido de los mejores comandantes e investigadores de toda la ciudad.




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Nanon abrió la puerta de su casa, lo primero que llegó a sus oídos fue una melodía suave de piano, sonrió, entró y vio a Ohm sentado dándole la espalda, tocando las duras teclas de un viejo piano de piso, cerró la puerta con cautela y se dirigió a la habitación para cambiarse, disfrutando de los retazos musicales que Ohm hacía al piano sonar, se dirigió a la cocina, tenía hambre. Ohm aún no parecía haber reparado en su llegada, pero Nanon sabía que no le gustaba ser interrumpido cuando componía, y últimamente sus ratos componiendo eran cada vez más escasos. Ohm lo adjudicaba a un común bloqueo artístico, pero a Nanon le preocupaba, porque Ohm siempre parecía más feliz habiendo tocado el piano, y todo lo que Nanon deseaba era que Ohm siempre fuera feliz.

Inspeccionó el refrigerador para pensar en qué cocinar, decidió no complicarse mucho y hacer una pasta con salsa marinara, sacó del refrigerador el frasco de salsa sin especial atención y el frasco resbaló de su mano, lo pudo atrapar antes de que cayera al suelo y se rompiera, pero el frasco se había abierto y ahora tenía salsa en la mitad de su playera blanca, en sus pies descalzos y en el suelo.

Carnada || OhmNanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora