IX

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COINCIDENCIA

Nanon se dejó caer en el sofá mientras Ohm cerraba la puerta del departamento, el pelinegro se acercó a él y se sentó a su lado, dejando que el silencio les invadiera y no se escuchara nada más que sus respiraciones y el ruido de la urbanización por la ventana.

— Oye — murmuró Ohm, Nanon se acomodó en el sofá para mirarlo y aprovechó para subir una de sus piernas al regazo de Ohm — Me preocupa mi padre — mencionó, Nanon frunció el ceño — ¿Crees que algún día me olvide? — le preguntó, mirando hacia la nada dentro de la casa, Nanon soltó un suspiro.

— No lo sé, amor — le dijo — Espero que no — se incorporó para acercarse a él y pasar un brazo por sus hombros, sin decir nada más.

—Discúlpame — dijo sin mirarle, Nanon negó.

— Si es por lo que dijo tu padre en la mañana, olvídalo — dijo, dejándole un suave beso en la mejilla, Ohm volteó a verle, Nanon se quedó pensativo por un momento — Aún te debo mucho todo lo que hiciste por mí en aquel tiempo — murmuró, Ohm le regaló una risa nostálgica y subió una mano a su rostro.

— Tu a mi no me debes nada, Nanon — le dijo, el chico cerró los ojos al sentir el tacto de la mano de su novio acariciar su mejilla —Lo hice porque en aquel tiempo eras mi mejor amigo — susurró, acercándose a él — Y no merecías estar solo pasando por todo — le plantó un suave beso en los labios y Nanon sonrió.

— Lo hiciste porque desde entonces me amabas — susurró abriendo su sonrisa y sus ojos, Ohm le sonrió — Y te lo debo porque nunca dejaste de hacerlo — el pelinegro asintió.

— Y nunca lo dejaré de hacer — susurró para de nuevo unir sus labios a los de Nanon mientras usaba su otra mano para rodear su cintura.



•                 •               



Can Saetang salió de la estación del metro apurado, quiso cruzar la calle pero el semáforo se colocó en verde para los autos y aunque era tarde aún había algo de tráfico en la zona, se quedó esperando impaciente a que la luz cambiara y cuando lo hizo se apresuró a cruzar, chocó hombro con hombro con alguien y se disculpó, escuchó un sonido sordo y miró al suelo, había una cartera en el suelo, se apuró a levantarla y miró hacia atrás.

— ¡Oye! ¡Amigo! — Habló, la persona con la que había chocado pareció no escucharle, Can maldijo su buena voluntad y con precaución persiguió al dueño de dicha cartera — ¡Hey! —le habló, el hombre al que seguía dio vuelta en una esquina, dejando de verse y Can se exasperó, se maldijo de nuevo por tener consciencia y caminó en dirección a la misma esquina.

Cuando dio vuelta sintió un golpe duro en la cabeza que le hizo marearse y soltar la cartera que llevaba en las manos.

Sintió su cuerpo pesado y al mismo tiempo liviano, unos brazos le levantaron por las axilas y lo llevaron a un lugar donde Can ya no pudo ver nada más que oscuridad y sombras extrañas.

Quiso gritar pero no pudo; primero por el miedo que invadió su cuerpo, después porque unas manos le aprisionaron el cuello y le privaron de respiración.

Quiso gritar pero no pudo; así que dentro de su mente, mientras sus ojos se desorbitaban por la falta de aire, su rostro se coloreaba de azul por sus arterias explotando dentro de su cuerpo y sus manos arañaban la fuerza que sostenía su cuello, Can gritó.

Carnada || OhmNanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora