XVII

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ANZUELO

Mult cerró la puerta y soltó un suspiro, dejó que una sonrisa se apoderara de su boca, se acomodó la bata de baño que portaba y se recargó contra la madera de la entrada con cuidado, pues su cintura escocía y su trasero también, pero a pesar del dolor se sentía liberado; sabía que ese hombre que recién había salido de su hogar era el indicado, lo sentía.

Se permitió imaginar por un instante el futuro que le esperaba con ese hombre, todo en ese momento le parecía brillante, cálido y acogedor; él le gustaba, y estaba seguro de que era correspondido, había extrañado sentirse de esa forma, se sentía como un crío de quince años, se sentía enamorado; y era loquísimo, solo tenían una semana de conocerle.

Sus pensamientos sobre cómo fue que ese hombre espléndido le conquisto con canciones y frases cursis y le hicieron sentir el hombre más hermoso de toda la faz de la tierra fueron interrumpidos por el sonido de la puerta siendo tocada tres veces, Mult dio una vuelta en sus propios talones y abrió la puerta.

— ¡Hey! — Sonrió — ¿Olvidaste algo? — preguntó, la persona en el umbral negó con la cabeza y Mult le miró confundido, el hombre entró al departamento sin decir una palabra y Mult cerró la puerta para caminar tras él.

El hombre se acercó a Mult antes de que el chico pudiera decir otra cosa, le tomó la cara pálida con las manos y le arrancó un beso de los labios, un beso amorfo, mojado y arrítmico que dejó a Mult sin aliento y con una sonrisa boba en los labios un tanto hinchados; las manos del hombre pasaron al cuello de Mult, que cerró los ojos y ladeó la cabeza para que él tuviese más espacio, con la idea segura de que él había regresado por la tercer vuelta; para hacerle el amor, pero las manos del hombre comenzaron a apretar.

Los ojos castaños de Mult se abrieron de par en par mientras sentía su respiración interrumpida por las manos calientes de ese hombre, mismas manos que le habían hecho llegar al éxtasis dos veces no hacía ni media hora; Mult quiso luchar contra él pero era sorprendentemente fuerte, sus manos apretaban cada vez más, el chico sintió sus piernas aflojarse y se soltó de sí mismo, siendo sostenido solamente por las manos del hombre que afianzó el agarre de su cuello.

Mult quiso gritar pero las manos fuertes le apretaban la garganta y no le dejaban emitir otro sonido que no fuera el ruido del aire saliendo de su cuerpo y no regresando.

Se sintió mareado y su vista se nubló, no podía pensar en otra cosa que no fueran esos ojos que le miraban asfixiarse, en esas manos que le hacían daño, en esa boca que minutos antes le habían besado con ternura y pasión que ahora estaba curvada en una sonrisa segura, en una sonrisa extraña, en una sonrisa confiada.

Lo último que los ojos de Mult Coadse vieron fue el rostro de su asesino, que soltó su cuerpo delgado en el suelo de la sala de estar del departamento del chico y salió caminando por la puerta principal como si nada hubiese pasado; ni siquiera considerando tomar posesión del cuerpo como solía hacerlo, pues lo había hecho algunos minutos atrás y ciertamente ya no tenía ganas.



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Dos días después

— ¿Estás seguro, Chimon? — preguntó Nanon mirando por el cristal de la ventana hacia el paisaje boscoso.

— Si, hermano — aseguró el chico, separando la mirada del asfalto por un segundo para mirar a su amigo — Quise hacerlas acá porque es muy neutral, ¿no crees? — preguntó, Nanon le dio la razón en silencio sin mirarlo; siempre le había gustado ir a ese lugar, y por alguna razón que sabía identificar pero prefería no hacerlo, no sentía emoción, en cambio sentía esa horrible sensación de incertidumbre que se había alojado en su pecho desde hacía ya varios días y no se iba.

Carnada || OhmNanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora