11_Una mujer mayor

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Cuatro temerosos niños de 12 años ingresaban a Las Encinas por primera vez. Este día comenzaban ese emocionante y tortuoso periodo denominado "escuela secundaria". Quizás no sea correcto denominarlos como niños precisamente. Era una etapa intermedia entre la niñez y la hombría, con el temor y la energía de la niñez pero comenzando a tener intereses de adultos.

-Nos miran como su fuésemos su presa-dijo Polo temeroso.

-Polo no hay nada que temer-dijo Samuel.

-Tú tienes a Nano, Guzmán a Marina y Ander es el hijo de la directora-se quejó Polo- ¿y a mí quien me protege?

-Polo no exageres-dijo Ander-nadie nos hará nada.

El que estaba callado era Guzmán quien se entretuvo mirando a un grupo de chicas del último año. Los demás no pudieron evitarlo y ellos también las miraron como ese preciado tesoro que sabían que nunca alcanzarían.

-Oh, las mujeres mayores-dijo Guzmán-¿Por qué son tan lindas?

-¿Mayores?-preguntó Samuel.

-Son MILF-dijo Guzmán.

-Tienen 17 años Guzmán-dijo Samuel exasperado-no califican de MILF.

-Lo son para nosotros-dijo el rubio.

Samuel siguió caminando solo para no escuchar las tonterías de Guzmán pero cuando la vio quedó impactado, al igual que cuando la vio por primera vez. Siempre le pasaba, solo ella podía hacerlo.

Eran cinco adolescentes de 17 años, del último año. Los más populares de las Encinas. Nano, el hermano mayor de Samuel, iba de la mano de Marina, la hermana mayor de Guzmán, tan enamorados como siempre. Junto a ellos caminaba Lucrecia Montesinos, la mexicana más hermosa y atemorizante que existía quien con solo una mirada era capaz de intimidar a cualquiera.

Estaba también Christian Varela, el mejor amigo de Nano quien de la mano llevaba a su novia. Ella, la que le quitaba la respiración a Samuel. Su dorado cabello llegaba hasta la mitad de su espalda cayendo como una cascada dorada. Sus ojos verdes eran lo más hermoso que Samuel había visto en toda su vida. Carla Rosón Caleruega.

Cada vez que la veía Samuel enmudecía como un estúpido y pasaba vergüenza, aspecto que sus amigos y Nano siempre le remarcaban.

Las otras cuatro personas dejaron de existir para Samuel porque solo estaba ella, la mujer perfecta, la diosa que había bajado del Olimpo y había regalado un poco de su presencia a los simples mortales que jamás serían dignos de ese monumento de mujer.

¿Cómo la conquistó el imbécil de Christian? Ese es un misterio que Samuel jamás entenderá.

-¡Ahí están Samu y sus amiguitos!-gritó Lu de tal modo que todos los presentes los miraron a ellos.

Carla, Marina y Lu corrieron a abrazar a Samuel.

-Samu, tan mono como siempre-dijo apretándole los cachetes a Samuel de un modo casi tan doloroso como lo suele hacer su abuela.

-Tu primer día en Las Encinas Samu-le dijo Marina conmovida y llenó a Samuel de besos de modo que tenía el rostro lleno de lápiz labial rojo.

-Mi Samu -dijo Carla con alegría como suele saludarlo siempre y de la misma forma tan efusiva. Le tomó el rostro de la misma forma que Marina y también le dio muchos besos-te extrañe mucho este verano mi Samu.

Lo abrazó fuertemente atrayéndolo hacia ella y el pequeño Samuel quedó aprisionado entre los brazos de Carla y sus tetas (las que Samuel consideraba bastante cómodas).

Nano y Christian reían por esa escena. Carla soltó a Samuel y siguió camino junto a sus amigos al salón de clases. Samuel quedó a la vista de todos con el cabello desordenado y cara llena de lápiz labial debido al round de cariño que tuvo con las amigas de su hermano.

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