Ya sea por cuestiones bilógicas, genéticas, psicológicas, culturales o de la índole que sea, los hombres y las mujeres pueden llegar a tener notorias diferencias en sus formas de ser. He aquí una muestra de ello.
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La profesora no había podido asistir y los estudiantes del último año de las Encinas tenían un poco de tiempo libre.
Samuel se encontraba sentado en una escalera charlando con sus amigos. Había perdido el hilo de la conversación. Valerio contaba una extraña anécdota en la que había tendió que escapar por el balcón de Lu cuando su padre los había encontrado en su habitación con poca ropa. Polo y Guzmán reían a carcajadas, y Samuel también lo hizo hasta que Valerio dijo después que había salido corriendo por la puerta de la cocina. Samuel prefirió no hacer notar esa inconsistencia dado que escuchar las historias de Valerio era siempre toda una experiencia, sean verdad o no.
Pero mientras Guzmán y Polo seguían atentos a la dudosa anécdota de Valerio, la atención de Samuel fue captada por algo más. Más bien, por alguien más.
Una rubia que él conocía muy bien caminaba por el pasillo hacia donde estaban ellos. La vio conversando con Lu, Rebe y Caye por ahí. Su andar era hipnótico. Lo peor es que la descarada lo sabía. Conocía perfectamente el efecto que tenía en cualquier hombre y se regodeaba en eso. Pero si bien ella disfrutaba de la atención de los hombres, ella le brindaba la suya solo a uno. Por eso lo miraba a los ojos, fijamente, como si tuviera una ridícula motivación hipnótica (que curiosamente parecía funcionar).
Carla caminaba hacia ellos mirando fijamente a Samuel, como si de esa forma mantuviera su control sobre él, lo que bien podría ser cierto. Era un anda felino, arrogante, que destilaba confianza en sí misma. Pero ella rompió con sus expectativas a pasó al lado de ellos y siguió de largo por el pasillo, no sin antes sonreírle pícaramente a Samuel.
En ese momento la concentración de Samuel se hizo añicos y ya no escuchaba la historia de Valerio quien contaba cómo había escapado del padre de Lu (esta vez decía que era en el baúl de un automóvil).
Sin decir nada Samuel se puso de pie y siguió a la rubia. Tampoco es que sus amigos se hubieran dado cuenta que él ya no estaba allí.
Samuel caminaba por varios metros detrás de Carla. Era malvada y ni siquiera se daba la vuelta a mirarlo, pero tenía plena confianza en que él la seguía. El balanceo de sus caderas tenia hechizado a Samuel quien ya había asumido lo débil que era en lo que se trataba de ella.
Vio a Carla detenerse en el armario de la limpieza. Lo miró de reojo y sonrió. Se metió en allí.
Samuel pensó en no ir. En dejarla allí sola, esperando. Que no sintiera que tenía ese poder sobre él. Que pensara dos veces antes de creer que Samuel García Domínguez era hombre débil, esclavo de sus sentimientos y sus hormonas.
Él era fuerte, decidido, templado, un alfa en toda regla...a la mierda todo, él la siguió a ese armario.
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Los pies de Carla ya no tocaban el suelo porque Samuel la sujetaba contra la puerta cerrada del armario del conserje. Las manos de Samuel sujetaban con firmeza el culo de Carla mientras las piernas de la rubia atrapaban posesivamente al castaño. Las fuertes estocadas de Samuel hacían subir y bajar a Carla, cuya espalda friccionaba con la puerta.
-Joder, Samuel-decía Carla quien intentaba no subir la voz para no ser descubiertos.
Las exhalaciones de Carla en el oído de Samuel solo lo motivaban más y provocaba que esa sucia coreografía se volviera más frenética.
Samuel escondía su rostro en el cuello de Carla para impedir que cualquier sonido saliese de él, aunque para ese momento poco le importaba.
-Me vuelves loco-dijo Samuel en voz baja.
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Multiverso Carmuel
FanfictionEn distintas realidades una misma historia de amor se repite.