d i e c i n u e v e

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Se despertó abruptamente

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Se despertó abruptamente. Las voces de sus hermanos resonaban con fuerza en las paredes. Pestañeó, soñoliento. ¿Dónde estaba? La realización le hizo levantarse con prisa. Chasqueó su lengua al golpearse con la litera superior, un buen azote se dio. Se llevó una mano a la zona dolorida. Era tarde, no había logrado despertar antes que sus hermanos. Buscó a tientas su celular. La alarma estaba programada, pero su cerebro decidió ignorarla. Gruñó por lo bajo, malhumorado. Dormir se volvió toda una odisea la noche anterior. Girando sobre su cama tratando de encontrar una posición cómoda y escuchando un audio de meditación, no logró nada. Se quedó dormido en algún momento de la madrugada después de las dos de la mañana viendo vídeos de gatos y hacks que jamás haría en la vida.

Arrancó con fuerza las sábanas, molesto por muchas cosas; el golpe que se acababa de dar, tener que verle la cara a sus hermanos temprano por la mañana, los aburridos vídeos que vio, estúpidos de sobremanera, y el hecho de que, efectivamente, necesitaba esa camisa para conciliar el sueño. Sintió el frío de las baldosas en la planta de sus pies y se levantó, revolviéndose el cabello en un acto desesperado por despertar. Pocas horas durmió y de la peor forma posible.

Cruzó el pasillo con la mirada en sus pies, bostezando con cansancio. Hoseok estaba en frente a la puerta del cuarto de baño haciendo fila. Sorprendido de ver a su hermanito ahí con la mata de cabellos desordenada y con una expresión muerta. Escondió su boca con la mano y se rio por lo bajo, casi olvidaba como lucía su impecable hermano a primera hora del día.

―Buenos días, minmin. Se te durmió el gallo ―bromeó.

―Silencio ―murmuró tallando su rostro con la palma de su mano, un suave bostezo escapando de sus labios, adorable.

Hoseok deseó tomarle de las mejillas y estrujárselas como lo haría una abuela, pero recibir un puñetazo como buenos días no estaba en sus planes. Contuvo sus deseos.

― ¿Y, a qué debemos un minmin poco madrugador?

―Me desvelé.

―Te fuiste a tu cuarto a las once, pero eso es exagerar.

―No pude dormir ―replicó con un tono de voz perezoso. Se maldijo por dentro, si hubiera sabido que esto pasaría habría robado algo de la mochila de Yoongi, lo que fuera con tal de que su aroma estuviera impregnado ―. Estoy de pésimo humor.

―Ay, Jimin. Entonces, ¿cuándo duermes bien?

Se giró a ver a su hermano mayor, arqueando una ceja, sus característicos ojos con rasgos felinos y las oscuras ojeras haciéndole ver intimidante. Hoseok alzó las manos en son de paz. Estaba peor que otros días.

Aunque su hermano intentó cambiar el tema de conversación las neuronas de Jimin parecían estar teniendo un serio problema para procesar la propia interpretación de su idioma, le permitió hablar sinfín, asintiendo, la mirada perdida en alguna parte de la puerta color caoba. Solo necesitaba una ducha con agua fría y un poco de comida para poder sobrevivir a la escuela hasta que pudiera regresar a dormir toda la tarde de ser necesario.

EL ENCANTO DE LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora