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La señora Park conducía con diligencia a la dirección que Yoongi dio cuando preguntó por su domicilio

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La señora Park conducía con diligencia a la dirección que Yoongi dio cuando preguntó por su domicilio. El ambiente era silencioso, de vez en cuando respondiendo las preguntas que la mujer omega hacía para mantener cierta conversación ligera. Yoongi podía observar la tensión en los hombros de Jimin cada vez que su madre les miraba fugazmente, como si ella ya supiera algo.

Decidió que ignoraría el comportamiento de la señora Park. Miró por la ventanilla del auto las calles pasar. Sostenía sobre su rostro aun la bolsa térmica. Esta vez su mejilla estaba protegida por un apósito con el gel que la madre de Jimin había untado con cuidado. Estaría en graves aprietos cuando cruzará la puerta de su casa.

Suspiró, resignado. Su lobo estaba eufórico, y él estaba dejándose llevar como un tonto.

Llevó su atención al reflejo de Jimin por el espejo retrovisor. Su mirada estaba fija en algún punto del camino, pero realmente parecía estar en su propia burbuja. Sonrió por lo bajo. Al menos se aseguró de que llegó a casa.

El auto se detuvo frente a una casa de dos pisos, color blanco con detalles en color arena y plantas decorando la entrada.

―Yoongi, ¿es aquí? ―preguntó la señora Park, girándose sobre su asiento.

El chico asintió. Retiró la bolsa térmica de su rostro y la dejó en el auto. Abrió la puerta, justo antes de salir dio una pequeña reverencia a Sunjin.

―Muchas gracias por sus atenciones.

―No tienes de que preocuparte. Cuídate ese golpe ―respondió con tono dulce.

Yoongi asintió. Sus ojos se tornaron a Jimin que parecía dispuesto a dejarle ir sin articular ninguna palabra.

―Nos vemos mañana en el instituto, Jimin ―dijo, sonriendo.

Notó una ligera reacción, pero rápidamente se recompuso. La señora Park no pudo evitar arquear una ceja. Jimin tragó saliva y se aclaró la garganta antes de responder.

―Sí ―comenzó ―, nos vemos.

Yoongi bajó después de despedirse. El auto siguió su curso. Se giró sobre sus propios pies y se dispuso a cruzar la puerta. Tan pronto como giró el pomo, escuchó las fuertes pisadas de su madre. Hyori fue al encuentro de su hijo tan pronto percibió sus latidos.

La mujer omega se balanceaba como una bailarina en aquel vestido de algodón blanco de caída amplia. La sonrisa que su madre tenía se desvaneció tan pronto notó el parche que cubría parte del rostro de su hijo.

―Yoongi...

Sonrió y se encogió de hombros, deteniéndose frente a la omega que pronto frunció las cejas. Le examinó detalladamente.

―¿Qué sucedió? ―cuestionó la mujer, cruzándose de brazos.

―Tuve mi primera pelea ―soltó ―. No te preocupes, yo también le pegué un par de veces.

EL ENCANTO DE LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora