t r e i n t a y s e i s

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El cuero se encondió sobre el cuello del blazer que Jimin acomodó, portando decorosamente el uniforme del instituto

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El cuero se encondió sobre el cuello del blazer que Jimin acomodó, portando decorosamente el uniforme del instituto. Echó un vistazo al espejo, era diferente. Llevaba el código de vestimenta como correspondía, pero algo pareció cambiar. Se preguntó si sería su cabello que crecía o solo él veía algo distinto.

Su cuestionamiento le llevó a recordar los sucesos del día anterior. Jimin encontró el valor para entregar el blazer frente a la señora Min. A cambio, el alfa dejó una leche de banana junto con un dulce de menta. Yoongi se fue a las seis en punto como su madre prometió.

La despedida fue breve, pero el omega tardó unos segundos en entrar a la casa hasta que perdió de vista el auto del chico. Prestó atención a su reflejo en el espejo; su cabello crecía, indudable. Sin embargo, descartó la posibilidad de que fuera solo eso. Sino del propio Jimin. El joven alfa se tomaba bastantes libertades; acaparando más sus pensamientos, haciéndose un lugar más grande en su corazón; como si buscará poseerlo por completo.

Sonrió. Guardó ese pequeño secreto para él; antes de bajar, escondió el dulce de menta que Yoongi le regaló en el bolsillo de su blazer, como un amuleto de la buena fortuna.

Apresuró sus pasos escaleras abajo, sus hermanos se encontraban afuera listos para partir. Debía regresar a la rutina aunque su cuerpo se portará renuente. Se sintió feliz, había estado ausente varios días, pero Taehyung se encargó de mandar la mayor cantidad de apuntes que pudo escribir. Algo de noción tendría al volver a clases, se animó.

Jungkook se rescostó usando su mochila como almohada. Después de haber paseado por senderos que su familia desconocía, tuvo energía suficiente para unirse a la contienda que se desplegaba en la habitación de sus hyungs. Una lucha interminable por destronar a Wonwoo que permanecía invicto. Jimin no estaba seguro en que momento de la madrugada terminó. Les abandonó luego de una hora y fue a dormir.

—Devuelta al basurero, qué martirio —declaró Wonwoo con un bostezo, que sacrificó su horas de sueño por competir contra sus hermanos mayores hasta tarde.

Jimin arqueó una ceja y sonrió.

—Es tu culpa debiste perder antes —replicó Jimin dándole un puñetazo, que entre ellos, se sintió amistoso aunque fue violento.

Namjoon frenó sin aviso al notar un pequeño perro desorientado que tardó en cruzar al otro lado. El vehículo se sacudió. Jimin y Wonwoo perdieron el equilibrio, cayendo sobre su hermano que gruñó al sentir el peso de los lobeznos.

—¡Qué putas hacen! —ladró recomponiéndose a la parte que Namjoon echaba andar la camioneta. El pequeño perrito cruzó seguro.

—Buenos días, dormilona —canturró Wonwoo apretándole la mejilla.

Jimin se carcajeó de la broma. Ambos recibieron gustosos el puñetazo de su hermano que continuaba gruñendo, malhumorado por haber tenido una corta noche de sueño. El omega siguió riendo y no dudó en regresarle el golpe más fuerte.

EL ENCANTO DE LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora