c i n c o

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Cuando su madre le dijo que todo estaría bien, Jimin debió haber gritado que nada estaría bien

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Cuando su madre le dijo que todo estaría bien, Jimin debió haber gritado que nada estaría bien. La noche anterior después de la noticia, la situación se tornó rara. ¿Había una mejor forma para describirlo? Frustrante. Ese día, su alarma había sido igual de ruidosa que todas las mañanas, pero a diferencia de cualquier otro día normal de instituto, su hermano mayor no estaba durmiendo en la litera superior y él no tuvo que estamparle una almohada en la cara como todas las mañanas.

A Jimin le hirvió la sangre cuando le oyó en medio de la noche cogiendo un par de cobijas y su almohada para dormir, seguramente, en la sala. Sin embargo, Chanyeol no fue el único que decidió ser un gilipollas. Entre las miradas que Namjoon y Hoseok se echaban entre ellos mientras actuaban nerviosos, sumando la mueca de irritación de Jungkook cuando cruzó directo al patio trasero con la toalla colgándole del hombro. Todo le estaba fastidiando.

―Pequeño minmin, la ducha es tuya ―Hoseok sonrió abriendo la puerta del cuarto de baño.

Namjoon asintió repetidas veces e hizo un ademán con sus manos para que Jimin entrase.

― ¿Y Wonwoo? ―cuestionó, aturdido.

―Abajo, duchándose ―replicó Namjoon ―. Tarda demasiado y decidió que sería mejor que él tomará la ducha en el patio.

Jimin les miró con una expresión de muerte que solo logró hacer reír a sus hermanos en un acto de liberar un poco del nerviosismo que sentían. El chico omega se sintió vomitar. Tantos años acostumbrado a la imposición del más fuerte y a los gestos de jugueteo cruel de sus hermanos para terminar siendo tratado con total atención y delicadeza, como si fuese a romperse. Sus hermanos, en verdad, no habían tomado la noticia bien. Jimin el cachorro alfa había muerto, y ahora, era la pequeña princesa omega de la familia Park.

Y, cuando Jimin creyó que las cosas no podían ponerse peor su madre irrumpió en su habitación mientras se vestía. Estaba a punto de colocarse el jersey negro, contuvo la respiración observando con cautela cada movimiento de su madre. Su corazón salió disparado, tratando de imaginar cuál era el motivo por el que estaba ahí. No más mierda, suplicaba para sus adentros al ver la sonrisa que se dibujó en los labios de su madre. El gesto se vio opacado por sus ojos que no brillaban. Jimin no quería ningún tipo de charla, era demasiado en tan poco tiempo.

―Buenos días ―saludó su madre con voz queda.

― ¿Sucede algo?

La pregunta escapó de los labios de Jimin con un suspiro pesado. Su madre ignoró el gesto que en otra ocasión le hubiese hecho merecedor de una riña. Se acercó a Jimin sosteniendo algo en su mano derecha. La textura le recordaba al cuero y Jimin se preguntó por qué su madre traería eso consigo.

―Lo que sucedió ayer fue muy, muy peligroso, Jimin ―comenzó frunciendo sus labios, intentando usar las palabras más adecuadas ―. Pudiste haber estado en problemas si alguien afuera también se hubiese dado cuenta.

EL ENCANTO DE LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora