t r e i n t a y n u e v e

308 56 34
                                    

Minsuk aparcó frente a la residencia de los Park

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Minsuk aparcó frente a la residencia de los Park. Escuchó a su hijo resoplar por lo bajo, insatisfecho; Jimin se preparó para salir del auto, siendo cuidadoso de no golpear las muletas de Yoongi.

—Muchas gracias por traerme a casa, señora Min.

—Ni lo digas, Jimin. Un placer.

La mujer sonrió amablemente, Jimin correspondió el gesto sintiéndose tímido con la alfa que parecía guardarse muy bien sus expresiones.

—Nos vemos mañana, Yoongi —dijo suavemente.

Trató de salir del auto, ágilmente. El joven alfa le tomó de improvisto atrapando una de sus manos, olvidando por completo que su madre estaba ahí.

—¿No prefieres ir a comer a mi casa? Habrá sushi...

—Tienes cita con el doctor hoy —interrumpió Minsuk severa.

Yoongi se quejó claramente cuando recordó que hoy era el día en que tendría que ir a corroborar que podía dejar de usar la bota ortopédica. Pero, pensó que tal vez podría salirse con la suya si insistía.

—Podemos comer juntos después —sugirió Jimin, suplicando por dentro que le liberará antes de que sus manos comenzaran a sudar de los nervios —. Debes ir.

Inesperadamente, el alfa cedió a Jimin que agradeció, internamente que dejará ir sutilmente su mano.

—Bien, pero tenemos que hacerlo esta semana —sentenció alegremente.

El omega le asintió, tomó su mochila del asiento del copiloto y volvió a despedirse antes de subir a la acera de su casa. Dio sus respetos una vez más y escuchó el gruñir del motor. Esperó a que el auto arrancará y vio por el cristal de la ventana a Yoongi agitando, animadamente, su mano. Sonrió para el joven alfa y correspondió el gesto de una manera más modulada. Se encontró así mismo contagiado de la alegría del otro muchacho y recordó la furtiva caricia que compartieron en silencio camino a su casa.

Perdió el auto de vista y decidió dirigirse al pórtico de casa. Giró sobre sus pies y la expresión se le transformó en desagrado cuando vio a su hermano mayor parado al pie del marco de la puerta con los brazos cruzados, dando punta pies al piso, claramente molesto.

—Puedes explicarte, jovencito, ¿qué fue eso?

Jimin suspiró pesadamente y avanzó con la intención de entrar a su casa, pasando de largo a su hermano mientras le respondía.

—Una despedida.

—Y, ¿es necesario sostenerse de la mano para despedirse? —cuestionó más insistente, siguiéndole por la sala.

El omega se rascó la nuca, sintiéndose acorralado por su hermano Hoseok que parecía jugar al padre regañón.

—No, pero no te incumbe.

EL ENCANTO DE LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora