t r e i n t a y u n o

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La respiración del omega se volvió calmada y ritmica, se quedó dormido sobre Yoongi que aún le acariciaba la espalda. Las noches anteriores habían sido malas para Jimin y la emoción de ver al alfa le rebasó. Estaba agotado.

Yoongi intentó mantenerlo cómodo, sostuvo su peso sobre su pecho y atrapó su cuerpo entre sus piernas. Le escuchó exhalar en satisfacción al sentirse contenido.

Tenía claro que debía irse, pero no quería hacerlo. Deseaba permanecer junto a Jimin en ese momento que solo era de ellos.

Acunó su rostro buscando olisquear el aroma dulzón que desprendía el omega. Inhaló profundo y acarició su nuca. Jimin se estremeció en su sueño. Su esencia se intensificó.

—Jimin —le susurró buscando no despertarle por completo —, voy a cargarte, ¿de acuerdo? ¿Puedes sostenerte de mí?

El omega asintió mansamente, envolvió los brazos alrededor del cuello de Yoongi y permitió que el alfa lo tomara por los muslos cuando se incorporó, buscando mantener el equilibrio. Las piernas de Jimin se enredaron alrededor de la esbelta cintura del otro chico y trato de mantenerse ligero. La mente del omega divagaba entre la consciencia y su instinto, una parte de él sabía lo que hacía, le estaba dando permiso a su lobo de ser mimado. Se estaba permitiendo serlo también. Compartía la emoción contenida y la expresaba a través de su parte feral. Yoongi era la primera persona que le cargaba desde que era un niño e, irónicamente, lo estaba disfrutando más que durante su infancia.

Sintió cómo le recostaba en el sofá de tres plazas, siendo cuidadoso. El tacto de Yoongi pareció estarse desvaneciendo cuando estuvo por completo sobre el sofá. Tomó al alfa por la camisa y lo atrajo a él.

Yoongi rió mientras trataba de sostenerse con las palmas para no estrellarse contra Jimin. Los ojos del omega destellaban en un ámbar cristaloide como dos gemas. Yoongi quiso grabar en su corazón aquellos ojos brillantes y redondos que le miraban con intensidad. Su aliento se cortó.

—No.

Yoongi entendió a qué se refería y aunque él tampoco lo quería, decidió hacer uso de la poca voluntad que le quedaba.

—Sí.

—No.

—Yoongi tiene que irse.

Jimin ladeó un poco cabeza, confuso. En ningún momento aflojó su agarre de la fina tela de algodón que usaba el alfa.

— ¿Sin mí? —inquirió.

Yoongi asintió, de forma lenta.

—No, conmigo —el omega sacudió su cabeza, buscó acercarse; inclinó ligeramente su cuerpo mientras su voz se mantenía suave y baja. Soltó el blazer y a cambio envolvió los brazos alrededor del cuello de Yoongi —. Juntos.

El corazón del alfa dio un vuelco violento, agitado. Arrugó su expresión facial tratando de contener el rubor que se esparcía por su rostro, la piel de sus mejillas le quemaba.

EL ENCANTO DE LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora