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Había una montaña de pañuelos tirados al costado de tu cama, ya no había ni siquiera espacio en el pequeño tacho que tenías

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Había una montaña de pañuelos tirados al costado de tu cama, ya no había ni siquiera espacio en el pequeño tacho que tenías. Tu nariz estaba completamente roja, apenas podías respirar del resfrío.

Estabas tirada en tu cama con mantas hasta el cuello y una caja de papelitos descartables, también unos caramelitos de miel que Robin siempre te traía para que te sintieras mejor.

Hablando de la rubia, entró a tu habitación con una gran bolsa en las manos haciéndote abrir los ojos cuando intentabas dormir una pequeña siesta. Cerró la puerta detrás suyo y se sentó en un costado de la cama apoyando las cosas sobre tus piernas.

— Sorpresa, tienes visita.— se acercó dejando un suave beso en tu mejilla.

— Cariño, viniste dos veces esta mañana.— Miró hacia otro lado asintiendo un poco con su cabeza, era demasiado atenta contigo y el doble cuando se trataba de éstas situaciones.

— Lo sé, pero esta vez te he traído algunas cosas para que no sea todo tan aburrido.—

Te sentaste mejor en tu cama apoyándote sobre el respaldo de la cama. Robin acomodó una almohada detrás tuyo, de paso dando algunos besos sobre tu frente.

Al abrir la bolsa esta rebalsó sobre la cama. A la vista tenías paquetes de cucherias, más paquetes de dulces, incluso algunos juegos de mesa y revistas para dibujar.

— No era necesario, no creo estar tanto tiempo en cama.— no querías sonar demasiado grosera pero ella era muy entusiasta con todo.

— No es problema para mi, pienso quedarme el resto del día contigo, ¿Acaso quieres que me vaya de aquí? — Hizo un gesto de perrito mojado juntando sus manos y parpadeando varias veces.

— Deja de hacer eso, sabes que me es imposible negarte algo si te pones así.—

Sin preguntarte se escabulló entre las mantas quedando cerca tuyo. Su brazo se pasó por tu cintura, tu cabeza quedó cerca de su pecho. Sentiste la calidez de su cuerpo y sus piernas enredarse con las tuyas como un acto de cariño mutuo.

— Somos como unas ositas.— Ella metió su mano debajo de tu blusa para acariciar tu espalda, te encantaba que hiciera eso.

— Eres una romántica empedernida.— Te aferraste a ella ocultando tu rostro en el hueco de su cuello, su perfume dulce te dejaba respirar mejor por tus fosas nasales, algo que podía sonar un poco asqueroso. Resumiendo, Robin era tu medicina.

— Sabes que te amo, Princesa, ¿Por qué no demostrartelo ahora que estoy aquí? —

— Porque me harás más difícil el vivir sin ti, ya no podré cuidarme sola si no estás.—

— Eso podemos arreglarlo, sólo tienes que aceptar estar conmigo para toda la vida y problema resuelto.— golpeaste apenas su pecho dejando descansar tu mano allí. — Qué vulgar eres...—

— Cállate y durmamos, no creo que quieras besarme y que te pase todos mis mocos.—

— No me importa si son los tuyos.— habló cerca de tu oído dándote un aire cálido. Luego lo lamió para seguir molestándote, al parecer le encantaba verte enojada.

— Eres una sucia, Buckley.—

— Lo soy.— sentiste la vibración de su risa, era demasiado contagiosa. No podías creer lo mucho que amabas a esta chica.

Luego se acomodaron en silencio, muy juntas en la cama para dormir con el calor de la otra. Fue una siesta demasiado larga.

- Robin Buckley • 𝗼𝗻𝗲 𝘀𝗵𝗼𝘁𝘀 𝆬   ׅDonde viven las historias. Descúbrelo ahora