Llegamos al hotel donde se llevaría a cabo la cena. Se llamaba El Palacio de Cristal y se encontraba en el centro de la ciudad de Melburne. Salí del auto con mi vestido en mano, empaquetado en una bolsita de papel perfumada. Freddy ya sabía lo que me gustaba. La entrada del hotel tenía un hermoso sendero estilo Las Vegas, con candilejas y con varios guardias de seguridad en cada puerta.
Todo era como mágico.
Esquivé unos cuantos paparazis mientras subía por la puerta de servicio para poder vestirme en la habitación que mi representante había reservado en la tercera planta del hotel. Era simple, pequeña y tristemente deprimente. Una habitación, no una suite. Era famosa pero no rica..., al menos no en ese momento.
Mientras terminaba de vestirme, en el baño de cuartito, para el colmo llegaron los del servicio limpiar el lugar y no tenía forma de salir. Creí que ese no sería un buen día. Tardaron como unos 15 minutos y luego se fueron. Llegué al último piso del hotel como una princesa que había estado en el salón de belleza lujoso y no en un baño, sudada.
Estaban los directivos, organizadores y también varios de sus hijos cuyas opiniones eran importancia para la sociedad. A un par de ellos los había conocido con anterioridad. Estaba cansada por todo el ajetreado día que tuve, yendo de un lado a otro, que apenas prestaba atención a quienes me saludaban o no. Estaba en la mesa central con Freddy, que había llegado ahí mucho antes que yo, y Sabine, hermosa como siempre.
—El perfume es un éxito —me mencionó con emoción la directora de la agencia—, para ser tu primer trabajo con esa marca no está nada mal.
—Si tan solo supieras cuántas audiciones rechazadas tuvo que pasar para encontrar este trabajo —bromeó Freddy, que era muy amigo de Sabine a pesar de que obviamente era su jefa.
—Es algo normal —dijo Sabine—. Su esfuerzo está teniendo frutos.
Yo sonreí, pero quería darle una ligera patadita a Freddy por bromear en una cena de gala. Se supone que debíamos comportarnos. Luego de un rato, la mujer se había ido para otra junta oficial. Sabine era muy proactiva. No le gustaba quedarse en un lugar, así que buscaba una forma de conseguir contactos.
—Un joven preguntó por ti —dijo Fredd luego de darle un sorbo a su champan. Él prefería el vino blanco, pero se había acabado. A veces me hacía creer que venía a estas fiestas por el alcohol gratis.
—¿Quién? —pregunté, curiosa.
—Supongo que —comenzó a decir—, por su forma de vestir, ha de ser alguien muy importante. Huele a contactos y dinero, princesita.
—¿Ahora ya me estaba buscando pareja, Fredd?
—Pareja no, Jean, sino oportunidades —dijo él, señalándolo con la mirada. Freddy parecía tener un sexto sentido para detectar millonarios—. Piénsalo de esa forma, querida.
Era alto, esbelto, de brazos definidos y de pelo rubio sin peinar, elegante y convencionalmente sexi. Vestía de traje azul marino y tenía una corbata bordó que resaltaba. Estaba charlando con otro hombre de traje, con una copa de vino tinto en la mano, donde un reloj rolex brillaba y combinaba con todo el resto de adornos que tenía.
—Es un chico lindo —confesé, mirándolo con sutileza. Traté de disimular que me había llamado la atención—, y el famoso cliché que toda chica sueña.
—Deja de babear —interrumpió Fredd.
El chico se percató de mi intensa y muy poco sutil mirada, me sonrió desde lejos y luego comenzó a acercarse. ¿Sería el indicado?, me pregunté sin creerlo. Con todo el tiempo que me ocupaba mi sueño, casi no tenía lugar en mi vida para hombres. Me dedicaba solo a mí.
—Hola —dijo. Su voz era gruesa e intimidante.
—Yo ya me presenté —dijo Fredd—. Voy por unos tragos y les dejo solos.
Luego se alejó de nuestra mesa.
Me invitó unos tragos, los cuales acepté por dos motivos: porque está guapo y también por no dejar pasar la oportunidad como habría dicho Freddy. Se llamaba Víctor. El nombre le quedaba realmente perfecto. Hablamos por unos minutos, mientras caminábamos hacia el centro del salón, donde la gente no nos escucharía.
La música sonaba suave y relajante.
—¿Quieres bailar? —me preguntó.
—No soy muy buena —confesé, sonrojada.
—No te preocupes —dijo—. Es un baile normal. Nadie se va a fijar en nosotros.
Trasmitía tanta seguridad que acepté.
Mientras bailamos, todos nos miraron con sorpresa, ya que dos desconocidos estaban juntos como si se conocieran toda la vida. Se aferró a mi cintura con seguridad, pero con tacto suave. Tenía experiencia. Nuestros cuerpos se complementaron. Estaba segura de que hicimos buena pareja. Estaba siendo una buena noche.
—Nos envidian —susurró Víctor—, por eso no paran de mirarnos. Dejemos que hablen.
—Son unos ricos amargados —convine, aun pegada a él en medio del salón—. Sin ofender. Tú eres distinto.
—Y tú eres hermosa —dijo él.
Sin darme cuenta ya estaba ebria y todo giraba sin parar. Salimos al balcón del piso mirando el cielo oscuro junto las estrellas. Estábamos solos, así que no dudó en agarrarme desprevenida, estirándome hacia él, besando mi cuello. No sabía bien lo que hacía, pero le seguí la corriente. Estuve esperando eso desde que lo vi por primera vez.
En un abrir y cerrar de ojos, nos estábamos besando sin control.
—Quisiera que esta noche no termine —le dije.
—Quisiera llevarte a mi cama —me dijo.
—Te quiero solo para mí —musité cerca de su cuello, luego le mordí una oreja.
—Me gusta tu ambición —bromeó él.
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El Modelo Británico (Romance)
Novela JuvenilJean tiene mala fama. Chris es un sex-simbol. A pesar de su mala fama, Jean Swinch, aspira a ser una modelo mundialmente conocida. Tras firmar un contrato con una famosa marca de perfumes, deberá viajar a Londres, pero, a pesar de que era una...