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Oscuridad, calor, razón, miedo...

Cuando sus ojos se abrieron no pudo ver absolutamente nada, todo estaba tan oscuro como la nada, eso era, la nada.

No era capaz de ver el suelo bajo sus pies (o si es que había suelo incluso) no podía ver las paredes ni el techo, mucho menos podía ver sus manos o sus pies. Tenía imágenes confusas, recordaba estar delirando, luego recordaba susurros, luego las imágenes eran extrañas y sangrientas.

No podía creerlo, fue capaz de cometer suicidio y ahora que su alma volvía a entrar en razón, sin la locura que el cuerpo le proporcionaba, estaba completamente horrorizada de sus acciones. Su deseo era morir para poder volver a ver su familia, a su madre, a sus dos hermanas mayores y al hermano que no odio conocer ya que murió en el vientre de su madre, pero en vez de eso decidió cometer suicidio y eso la condenó al pozo más profundo del infierno.

Jamás volvería a verlas, jamás, su alma iba a arder en la llamas eternas pro haber cometido aquel pecado. Su Dios iba a darle la espalda por haber hecho uno de los peores pecados que un humano podía cometer. Antes de que las lágrimas pudieran salir de su rostro y se dejara derrumbar en un suelo que no era capaz de ver, una luz diminuta a lo dejos captó su atención.

No fue capaz de pensar en otra posibilidad y salió corriendo hacia lo que parecía ser una salida. Tal vez era el brillo del fuego que la iba a condenar por siempre, tal vez era el brillo de un nuevo renacer, de que su alma iba a reencarnar en otra persona, incluso tal vez era el brillo de las puertas del cielo. Su Dios no la había abandonado.

Corrió tanto como sus pies pudieron, tropezando con objetos que no podía ver y sintiendo el dolor, pero poniéndose de pie de nuevo sin detenerse en ningún momento dispuesta a llegar a su destino. ¿Los muertos sentían dolor? Se suponía que no, pero tal vez porque estaba en el infierno entonces si podía sentir tal dolor.

Siguió adelante cada vez con mayor rapidez recibiendo varios golpes conforme se seguía acercando hasta lo que parecía ser su última esperanza, pero cuando por fin llegó a su destino, la decepción la golpeó regresandola a la realidad.

No era el cielo, ni mucho menos era otra vida. Solo era el centro de una caverna iluminada tenuemente por miles de cadenas que se aferraba con fuerza a algo. Algo oscuro y pequeño, algo a lo que no le podía ver forma.

Caído (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora