20

140 21 6
                                    

Corrió y corrió, tanto que llegó un pinto en el que incluso dejó de ver la luz de las cadenas en el fondo. No quería verlo, no era capaz de hacerlo. Todos estaban perdido y ya no había más esperanza al final de todo.

Todo era culpa de ellos, de los humanos, si tan solo todos ellos tuvieran una voluntad más fuerte, una fe más duradera y un espíritu indomable entonces el demonio jamás habría aprendido a alimentarse de su maldad. La guerra parecía lejos de acabar, los muertos eran muchos, la gente mala hacía lo que quisiera con los vulnerables. ¡Era la cena perfecta!

Ese ángel caído se estaba volviendo tan fuerte que no le iba a costar mucho liberarse de la otra atadura de su muñeca. Ella pudo verlo antes de que sucediera. La cadena parpadeo, casi como si le estuviera avisando que estaba en su límite y no iba a ser capaz de soportar el maligno poder de satanás. Luego, el ángel maldito pareció concentrarse a tal punto que ella pudo distinguir cómo sus párpados se movían de un lado a otro, como si estuviera buscando algo y cuando lo encontró soltó ese sencillo "hazlo"  que había usado también con ella.

Todo tenía sentido. ¡Ahora lo sabía! Ese hijo de perra había estado esperando el momento perfecto para demostrarle que nunca iba a escapar de él. Quizá la había dejado vivir después de que se dejó atrapar por su imprudencia, pero verlo liberarse de su cadena le hizo ver que inevitablemente iba a terminar devorada por él. Tarde o temprano iba a suceder.

Saberlo le impidió pensar en la solución que se había pintado justo frente a ella. Se dejó caer en el suelo de roca caliente y sin poder evitarlo se soto a llorar. El mundo estaba perdido, ella estaba perdida, todo por culpa de sus deseos egoístas.

—Preciosa, vuelve~— lo escucho a lo lejos llamándola de nuevo—Me aburrire mucho si no tengo con quien entretenerme. Prometo no morder nishisshi~—así es como la veía. Solo su mascota que lo divertía cuando no tenía humano a los cuales influenciar. Eso solo la hizo llorar más.

Elizabeth se hizo bolita en el suelo duro sin poder controlar las lágrimas que salían de sus ojos y se evaporaban al tocar el suelo e hizo lo que nunca pensó hacer en el infierno.

Se puso a rezar.

Rogó por su perdón, rogó por el mundo, rogó por todos aquellos que estaban siendo influenciados por el demonio y luego rogó por él. Rogó para que de alguna manera milagrosa, dejara de fortalecerse de la maldad humana, se quedara atado a esas cadenas por el resto de su existencia y cambie de nuevo. Que el ángel meliodas vuelva a ser el ángel meliodas.

Pero ella sabía que nunca pasaría, así que solo le quedaba rezar por la salvación de quienes no merecían ser salvados.

Caído (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora