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La ira, el dolor, la pena, la vergüenza, la sed de venganza...luz.

El demonio movía su cabeza de una lado a otro intentando alejar esos pensamientos de su mente. Esa mujer, esa alma humana insignificante lo había hecho titubear de una manera que ni Dios había logrado y se sentía asqueado por eso.

Cuando intento controlarlo como a un bebé, sabía que no lo había hecho por él, Elizabeth lo había hecho porque la estaba lastimando, quemando, su piel la repelia y causaba dolor así como su peso y con lo alterado que estaba solo la lastimaba más, pero la forma en la que había intentado controlar su mal genio le había parecido tan tierna. Se sintió como vivir de nuevo un recuerdo muy antiguo que casi se había perdido por completo dentro de su mente.

El recuerdo de un joven de cabellos azabache y ojos verde brillantes que le sonreía de manera hermosa y siempre lo buscaba para que lo ayudara a hacerlo todo. Un chico que se veía borroso dentro de su oscura mente.

Inconscientemente un sentimiento tan primitivo como los ángeles azotó su pecho lleno de maldad, intento reprimirlo, forcejear con sus cadenas, buscar la mente de algún humano para divertirse un poco, pensar en su plan para vengarse del cielo y de Dios...pero al final el dolor lo venció.

El diablo no era todopoderoso.

Sus sollozos hicieron eco por toda la caverna en la que se encontraba encerrado llegando, incluso, a los oídos de la mujer albina. Sus lágrimas negras como el alquitrán dejaron sus ojos rojos manchando el suelo de ese líquido oscuro y repulsivo. Se mostró sorprendido apenas empezó a llorar, hacía tanto que no lo hacía, creyó que se había acabado sus lágrimas cuando grito muchos milenios atrás cuanto odiaba el reino de los cielos.

Pero no, el recuerdo de ese joven ángel le causaba nostalgia y culpa. ¿Por qué? ¿Quién era él?

El diablo estaba llorando y todo era culpa de esa alma humana.

Caído (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora