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Se quedó completamente mudo y eso lo hizo sentir aún peor. ¿Cómo es que se dejaba tocar por ella? ¿Cómo es que se sentía tan débil ante su presencia? ¿Cómo es que lo permitía?

Con el enojo fluyendo por su cuerpo como la sangre, meliodas quito su cabeza de las ambos de la mujer y luego la alejó con su mano libre. No podía permitirlo, ella estaba interfiriendo en sus planes de destruirlo todo. Lo estaba distrayendo, debía de terminar con ella de una vez por todas.

Había pensado que iba a ser divertido torturarla hasta que fuera ella misma la que terminará por entregarse a él con tal de terminar ese sufrimiento. Ahora veía que ella estaba haciendo todo lo contrario, lo estaba volviendo loco a él.

—¿No te he dicho mi nombre, o si? —los ojos rojos del demonio la miraron—No es justo, si vamos a pasar la eternidad juntos mínimo...—

—¿Por qué mierda haces esto? —gruño fuerte a tal punto que incluso sus dientes chirriaron. Estaba encolerizado, muerto de la rabia, muerto del miedo. La mirada serena que la joven de ojos azules brillantes como el cielo lo hicieron suspirar y, finalmente, caer de rodilla ante ella. ¿Cómo fue que...?

—Porque me he resignado a que no tiene sentido huir de lo inevitable—Eso fue lo que la albina dijo, pero su verdadera razón era evitar que el ángel caído siguiera ganando poder, tenía esperanzas en que eso iba a funcionar, así que debía de darlo todo de ella para que su plan diera frutos—Ahora, conozco tu nombre a la perfección, meliodas...—escuchar su nombre entre sus labios le dio un escalofrío—pero tu no conoces el mio. Soy Elizabeth, ahora, ¿podemos convivir en paz el tiempo que estemos juntos hasta que tú te libres de tus cadenas y me devores? —el demonio se quedó en silencio. Tal vez...tal vez...tal vez...

Tal vez ella tenía razón.

Caído (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora