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Una lenta y oscura risa brotó del pecho del demonio. No podía con la felicidad que sentía, la maldad de aquel soldado era tanta que fue suficiente como para liberarlo de una de sus muchas cadenas que lo mantenían esclavizado.

Esa guerra estaba devastado el mundo, la oscuridad se contagiaba tan rápido como una enfermedad y con cada humano que se dejaba influenciar su poder crecía más y más. Antes de poder seguir disfrutando de su victoria reciente, el de ojos rojos se distrajo al notar como el alma de Elizabeth se había puesto de pie por tal impresión de verlo libre de un brazo.

No, eso no podía ser real.

Se supone que sus cadenas cargaban con el peso de su pecado, un pecado que no podía resarcirse nunca y que le impediría liberarse, entonces como...

—¡Pobre estúpida! —rió más fuerte a tal punto que su risa parecía maniática—¿De verdad pensaste que jamás iba a poder liberarme? —el silencio le contestó por sí sólo. La albina simplemente dio un paso hacia atrás empezando a considerar cada una de las posibilidades que podían llegar a pasar si es que se seguía liberando. No tuvo que pedir una explicación cuando los labios del ángel caído volvieron a abrirse para decirle todo—Esa perra desgraciada me coloco una cadenas que iban a sostener mi pecado por la eternidad y luego me maldijo para que todo aquel que supera mi nombre sintiera miedo y repulsión. Ella pensó que en algún momento iba a morir al ser incapaz de nutrirme del amor de los humanos de la misma forma que ella se nutre de su fe...—el demonio se puso de pie con tal velocidad que Elizabeth soltó un pequeño grito. ¿Cómo era posible? Tiempo atrás sostenerse en un solo pie le costaba demasiado, ahora parecía que sus cadenas ya no pesaban. ¿¡Cómo!? —Ella pensó, que cada vez iba a volverme más débil al estar encerrado en la oscuridad, lejos de los nutrientes del reino de los cielos, pero no, aprendí a sobrevivir de su odio, aprendí a nutrirme de sus deseos más egoístas, aprendí a susurrar en sus oídos para que cumplan lo que tanto quieren hacer—

—No...—murmuro dando un paso atrás, en medio segundo ya tenía al demonio frente a ella sin dejar de sonreír de esa manera maniática.

—Si—susurro cerca de su oído—Pero al culpa no es mía, es suya Nishishi~. Ustedes son los que me hacen caso, yo no les pido que lo hagan, solo los incitó a hacerlo y quienes toman la decisión son ustedes—se excuso con una mueca casi infantil, casi como un niño que era regañado por haber empujado a su compañero de clases—Con cada maldad que hacen me vuelvo más fuerte, con cada deseo egoísta mi poder aumenta, con cada humano que cae al infierno una de mis cadenas se rompe. En poco tiempo estaré libre y cuando lo haga, ¡Toda mi ira caerá sobre el reino de los cielos! —

Elizabeth no pudo soportarlo más, salió corriendo en dirección opuesta completamente dispuesta a volver al lugar al que había aparecido. Al fondo de la caverna en la que no podía ni ver el piso bajo sus pies y las cadenas del demonio no eran más que un tenue brillo.

Caído (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora