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Elizabeth se quedó estupefacta y se levantó del suelo. ¿Lo que estaba escuchando era real? ¿Eran sollozos verdaderos o sólo una bizarra actuación del demonio para hacerla volver?

A todo esto. ¿Qué le importaba? No tendría porque preocuparse porque un ser como él estuviera llorando o estuviera riendo. Era el demonio, el ser maligno que tanto repudiaba y que quería devorar sus alma en cualquier oportunidad. No tendría que preocuparse por él, pero ella era demasiado buena y bondadosa como para pensar en eso y unas ganas de ir a consolarlo llenaron su pecho.

Mierda, cuanto odiaba su actitud benevolente en algunas ocasiones.

Antes de convencerse a sí misma de que ir a verlo sin duda alguna era una muy, MUY mala idea, algo más cruzó rápidamente su mente y la hizo aferrarse a la pared de la emoción.

Claro, ¿¡Cómo no lo había pensado antes!? ¡Él mismo le dio la respuesta para acabarlo, derrotarlo!

Podía recordar su última conversación, cuando su cadena de luz se rompió y se apagó por completo, el ángel caído le había dicho que su poder fluía gracias a sus emociones negativas y a la consecuencia de que los humanos tuvieran deseos tan depravados.

Di ella conseguía distraerlo lo suficiente como para que no escuchara al humano, que se acercara a el angel lo suficiente como para que deje de generar sentimientos negativos; él no tendría el poder como para soltarse, no tendría el poder como para que sus cadenas titubearan.

Si lo conseguía iba a ganar un poco más de tiempo para que el mundo se sane a sí mismo y el demonio pierda aún más poder.

Con esa idea en mente Elizabeth empezó a ir en la dirección en la que el demonio estaba atado.

Caído (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora