XII

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Me postro y arrodillo frente a vos, dueño de mi corazón. Pues hace ver a esta persona no merecedora de su afecto. Vos y mi persona nos criamos desde niños y ahora vuestra merced me verá como la persona que era hace años atrás y no la que soy ahora. Porque como tanto vuestra merced como mi persona hemos cambiado mucho, al igual que nuestra manera de relacionarnos. De niños eran miradas efímeras, y ahora es un deseo de amor lo que veo cuando os tengo cerca. Y jamás ningún ser debería no sentirse amado por la persona que ama, pues sería una nefasta casualidad del destino. Mas no excede los límites de la realidad, pues el ejemplo está claro con vos y yo: pues mi atracción hacia vuestra merced jamás la he negado, pero vos no es capaz de decir lo mismo. Y si en algún momento retira su ofensa hacia mi persona tenga claro, que vos será siempre esa espina clavada que busca de unas manos dulces y cuidadosas para ser sacada.

Historias para no dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora