XLII

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Te amo, de maneras que ningún mundano pudiese llegar a entender, solo tú, mi reina dorada, aquella que tras su caminar deja oro en el camino, aquella que ama a los débiles y a los
fuertes por igual, aquella que es justa con todos, amada reina dorada del pueblo, siempre fuiste tú la que llegaste y cambiaste el mundo, la que sacaste sonrisas a los más desdichados en sus momentos más agónicos. Amada mía, siempre te elegiré a ti, al igual que siempre me
elegiste a mí.

Historias para no dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora