XXXI

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A ti, que eres tan distinta al resto, que eres amada por todos, oh reina de mi mundo que me hiciste ver la luz entre tanta oscuridad y penumbra, oh tú, que me salvaste de los más grandes pecados jamás creados por el hombre, oh mi amada que me hiciste ser feliz entre tanta guerra, y cuando la guerra acabó, y la penumbra desapareció me abandonaste, pero no te juzgo y jamás lo haré, te agradeceré siempre ser el mapa que me sacó del laberinto, el ruido que detuvo el silencio, la antorcha que me alejó de la oscuridad, y si vuelve la guerra y la penumbra, recordaré lo que me enseñaste, no será lo mismo sin ti, eso lo tengo claro, pero es la vida, y te amaré siempre aunque el viento haga que mi tumba la oculte la arena.

Historias para no dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora