siete.

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─Así que, Luzu, ¿podría saber para qué es la pólvora? ─Illojuan observaba a Luzu, quien tenía sus manos dentro de los bolsillos de su sudadera, sin mirarle, sólo esperando con una mueca de impaciencia lo solicitado al menor.

─Esas cosas no te incumben, Juan.─ Le extendió su diestra, demostrando su apresuro por recibir la bolsa de plástico con el contenido solicitado, ganándose así una mirada llena de duda del contrario.

─No puedo regalarte algo tan peligroso sin saber para qué vas a ocuparlo.─ Sonrió burlón, colmando la paciencia del de orbes carmín, quién sólo bufó molesto.

─Bien, pero esto debe quedar entre nosotros...─ Los ojos contrarios brillaron de emoción, entusiasta de conocer los planes del mayor. Luzu hizo una mueca de incomodidad por la felicidad ajena, rodando los ojos y dejando sus escleróticas a la vista por una brevedad de segundos.─ ¿Visitaste "Bear bikes"? Ese lugar va a explotar mañana por la noche.

Illojuan miró asombrado a Luzu, quien parecía dignarse a irse cuando dio una vuelta en sus talones y se acercó a la puerta, siendo detenido por la mano ajena, quien sostenía su muñeca.

─¡Eso es genial, Luzu! ─Exclamó. Para Juan, el castaño era alguien de armas tomar. Desde que había llegado al pueblo le tenía una gran admiración por su rudeza ante las injusticias, a comparación de otros que solían ignorar los problemas.─ Muchos en el pueblo hemos pensado que el emprendimiento de Rubius no es más que una estafa.

Ni siquiera lo hacía por la estafa. Le importaba una mierda que le robasen a él o a alguno de los pueblerinos.

Sólo quería acabar con lo más preciado para Rubius y luego acabar con él, observar desde las lejanías como el chico se deshacía en lagrimas por ver sus sueños desprenderse, así como él lo haría de su preciada vida. Era la unión con Quackity, aquellas cuatro paredes que habían sido fruto de aquel amor prohibido a sus ojos. Se iba a deshacer incluso de sus lazos en vida y muerte.

Sonrió, tratando de verse como un héroe ante sus acciones siguientes. Sólo debía fingir que se le pasó la mano y cometió un Homicidio, ¿qué sabía él que Rubius visitaba su local cada media noche?

Como si no lo hubiese perseguido esos últimos diez días desde que despertaba hasta que cerraba sus ojos. Como si no hubiese observado y analizado sus pasos por el pueblo, como si no hubiese oído sus risas por el pueblo y por último, como tuvo que controlar sus náuseas y lágrimas cada que lo veía enredandose entre los labios de su amado.

Conocía las debilidades de Rubius, tanto que podía jugar con él y dañarlo hasta que ruegue por ser asesinado, pero él no era ese tipo de persona, tenía principios.

─Esto es un secreto entre los dos, ¡Okey? ─el pelinegro asintió entusiasmado. Recibiendo unas palmadas en su cabeza por parte de Luzu.

La única razón por la que Luzu le decía esto a Juan era porque, en todos esos días observando al chico, había notado como el pelinegro no parecía tener una buena imagen de Rubius. Cada que el par estaba en su campo de vista, Juan solía hacer muecas y seguir con su camino. Las cosas habían iniciado luego de un robo descarado en la tienda que soñaba con explotar.

Juan iba a cubrirlo cualquiera sean las consecuencias de sus siguientes actos, por ende, tenía un aliado que creía heroicos sus actos.

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