not him﹆ luckity

nueve.

Estaba agotado.

Sus orbes pesaban y sus pasos eran débiles. Quería llegar a la casa de su chico, meterse bajo las cobijas y abrazarle hasta que la luna se despida de ellos. Rubius bostezó, con la piel erizada por el frío de aquella noche nublada. Quería apurarse, pues el cielo le advertía una próxima lluvia, a su vez, sólo quería ver a Quackity otra vez, no le gustaba hacerle esperar, menos cuando ya faltaban diez minutos para la media noche.

Cuando vio su tienda desde la lejanía, esbozó una sonrisa, pasando sus manos hechas puños por sus ojos, pues realmente el sueño le estaba dominando, lo más probable es que iba a llegar directo a la cama de su chico a dormir, ya en la mañana tendría tiempo para mimarle y ver películas con él, aparte que también quería preguntarle sobre Luzu y cómo había resultado aquella plática.

Le preocupaba su amigo, incluso si estaba ciertamente enojado con él. Tenía que comenzar a acostumbrarse a la idea de que Luzu siempre estaría presente si se trataba de Quackity, pues la existencia del castaño estaba en casi todas las palabras que formulaba el pelinegro.

"Luzu me enseñó a hacer esto", "A Luzu le gusta mucho esta canción", "¿Sabias que los mejores platillos son los que cocina Luzu?". Al comienzo le había fatigado esa situación, pero ahora había aprendido a considerarlo como un lindo detalle por parte de Quackity, tenían una bonita relación de amigos.

Entre tanto pensamiento no se percató en qué momento ya estaba a menos de diez metros de su querida tienda, la cual había construido con esfuerzo y dedicación. La amaba, era realmente el fruto de su determinación y la persecución de su sueño, aparte que a sus ojos estaba impregnado el romance que floreció entre esas paredes.

Aunque la vida era un imprevisto, pues sus primeros planes estaban llenos de la presencia y el perfume de Vegetta, le habría encantado crecer junto a él, pero no estaban destinados, y Rubius había encontrado a alguien con quién sí se sentía realizado, Quackity le había demostrado la pureza del amor.

Con una sonrisa tomó la manilla de la puerta principal, no esperando la sensación de temblor, cayendo al suelo ante la pérdida de fuerza en sus delgadas piernas. Se deshizo en el barro, cuando sus oídos dolían por un ruido agudo, seguido por el sonido de las explotaciones.

Sus párpados se cerraron con fuerza, aturdido y tembloroso, cuando sentía su corazón en la boca. Se sentía abrumado, el aire estaba comenzando a pesar, logrando que abra sus labios con urgencia en busca de un poco de oxígeno, incluso si todo el humo se impregnaba de otras sustancias con carbono.

Le ardía el cuerpo, le quemaba la piel, sentía su cruda sangre en su piel sucia, le dolían las piernas, incluso en un punto no llegaba a sentirlas. Abrió sus párpados, con pánico en su rostro al ver todos sus sueños nadando en las grandes flamas, sus sueños se habían esfumado en un pestañeo.

Tomó una bocana de aire, sentándose cuidadosamente en el barro, cuando su sangre se convertía en una mezcla homogénea con la tierra húmeda. Sí, aquella sangre que acariciaba de su piel y escapaba de su interior. Su cuerpo le dolía en demasía, mordisqueaba su labio inferior por el temblor de sus débiles brazos lastimados que trataban de mantenerlo en aquella posición, incluso si sentía calor por su hoodie lastimado, observando aquella danza del fuego quemar su piel y sus alrededores.

¿Qué había pasado? ¿Alguien le había hecho esto? Estaba entrando en desespero, sintiendo una pesadez en el pecho al no poder respirar bien. ¿Qué iba a hacer? Sus piernas estaban deshechas, ya había perdido la movilidad en estas, se iba a desangrar si nadie le ayudaba.

Pero vio una delgada figura acercarse, de hecho, pudo notar entre el humo un par de ojos color carmín, aquellos que le observaban con diversión.

─¡Luzu! ¡Tío! ─Exclamó, sintiéndose agradecido de encontrarse a su amigo a estas horas y por aquí, supuso que el chico escuchó la explosión y se acercó a ver. Sintió que el alma le volvía al cuerpo.─ Que bueno que estés aquí... ¿Podrías ayudarme?