not him﹆ luckity

veinte y seis.

Aquella sonrisa que él tanto quería, aquella que tanto protegía, ¿en qué momento lo había llevado a esa agonía? ¿Cuando había dejado de dedicarle aquella muestra de aprecio? ¿En qué instante aquellos ojos dulces y amables le reflejaban simplemente, determinación?

¿Y por qué esa determinación se enfocaba en acabar con él?

"Quackity, eres un egoísta"

No. Tenía que estar equivocandose, debía de estar presenciando una de sus típicas pesadillas. Aquel individuo que le llenaba día a día con dulces colores, quien le revoloteaba el sistema y lo hacía sentirse vivo, no podía simplemente hacerle aquel daño. No podía abandonarlo, no podía rechazarlo.

Pero a pesar que se negaba a dicha idea, aquella mirada oscura lo penetraba, al igual que esas huesudas manos lo tomaban del cuello de la camisa, cuando se apoyaba contra el varandal, avisándole que eran sus últimos minutos en la triste y oscura tierra.

Su corazón iba a explotar de pánico cuando el frío viento acariciaba su piel, pues su camisa se elevaba por la brisa ante la altura en la que se encontraban, pero aquella sensación de frío no era esencial, no cuando quería respuestas a aquel trato que estaba recibiendo de su mejor amigo.

— Slime, podemos conversar, por favor, detente. —Habló con temor, cuando respiraba por la boca ante la impresión. No podía simplemente creer que aquel chico que llamaba mejor amigo lo estaba amenazando de vida.

¿Es que acaso siempre tenía que perder? La única persona en la que pudo llegar a confiar luego de puñalada tras puñalada, de traición y de dolor le estaba demostrando una faceta que nunca llegó a imaginar. Él no podía ser como el resto, ¿verdad?

— Me dejaste tu legado, Quackity de las Nevadas. Es momento de que te des cuenta del daño que estás logrando a tu gente. —De sus orbes escapaban lágrimas al ver al chico, al observar aquellos ojos verdes que ya no tenían aquel brillo característico cuando se trataba de él. Se sintió abandonado, por lo que quería huir, incluso si se encontraba entre la espada y la pared. — Pero no te preocupes, Las Nevadas queda en buenas manos.

Entre balbuceos, cuando quiso aferrarse al cuerpo ajeno fue empujado con fiereza por parte de aquellas temblorosas manos contra el varandal, donde su último recuerdo fue el encontrarse con aquella mirada con una pizca de arrepentimiento y unos labios temblorosos.

Aquellos instantes, donde su cuerpo se desplomaba en el suelo, fueron eternos a su parecer, respirando con angustia, ahogándose en el recorrido donde se deshizo en el aire, junto a sus saladas lágrimas que lo llevaron a la muerte.

Dos vidas. Había perdido dos vidas entre las manos de sus seres amados, por personas en las que llegó a confiar en algún punto de su vida. Una vida era la que disponía ahora, pero no sabía qué hacer con ella cuando se sentía tan profundamente abandonado como desdichado.

Aquella mañana había despertado en un frondoso bosque de árboles antiguos, donde, para su suerte, poseía sus pertenencias en sus bolsillos delanteros, incluso si la presencia de aquella fotografía junto al que llamó su mejor amigo hacía ruido en su cabeza.

Aquella misma tarde, se deshizo en llanto. Quebró su voz ante los gritos de desespero e ira que lo consumieron. Arañó su rostro e hizo sus dedos sangrar, donde aquel líquido rojo danzó junto al agua de sus saladas lágrimas que mojaban su sistema.

Estaba alborotado, con el corazón tan dolido, tan quebrado, con el cuerpo lastimado por las secuelas de aquel asesinato bruto e inhumano, mas el recuerdo de aquella última mirada, de aquel último respiro, lo hacía colapsar entre sus emociones. Se estaba matando a él mismo con sus pensamientos. La traición lo estaba aniquilando por tercera vez, solo que ahora, la traición venía de él mismo, por no comprender el daño y la situación que lo tenía en aquel lugar, perdido en el mundo.