veinte y uno.

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¿Quién estaba tocando la puerta?

Tomó la manilla y dio vuelta esta, con una mueca confundida, la cual desapareció cuando se encontró con Rubius, quien tenía una dulce sonrisa animada y curiosa en sus delgados labios.

— ¡Tío! ¡Vegetta! ¿Cómo estás? —El de orbes lilas acarició su cuello un tanto incómodo por la repentina presencia de Rubius allí. Estaba tan animado y se aparecía por la casa como si nada, sin contar que lo saludaba tan sonriente, algo nada común entre ambos.

Tenía que admitir que le guardaba cierto rencor a Rubius. La última vez que compartió palabras con él fue cuando lo rechazó. Posterior a eso, sólo se encontraban por el pueblo, donde pudo demostrarle con salud que lo había superado. Sin embargo, lo culpaba por todo el daño que le había hecho.

Incluso si era culpa de los dioses el que su amor no fuese correspondido, no creía correcta la manera en que se deshizo de él, como si fuese basura, pero eso no era importante.

— ¿Qué necesitas? —Quería que hable rápido y se vaya. Es por eso que, apoyó su cuerpo en el umbral de la puerta, no dándole espacio siquiera a que pudiese llegar a pensar en adentrarse en el hogar de Luzu. Esa simple acción provocó que el rubio frunce los labios.

— Quería hablar contigo y Luzu sobre algo importante ¿podrías llamarlo? —Suplicó con la mirada al saber que querer adentrarse en la casa ajena sería inútil, al igual que la duda de Vegetta no contribuía en lo absoluto.

El de orbes lilas lo observó unos instantes, sin embargo, accedió luego de desprender un suspiro de sus labios.

El castaño estaba en su cama. Aun así, a pesar de que Vegetta le pidió que tratase de dormir, se encontraba viendo la fría pared, mientras sus orbes inyectadas en sangre demostraban un cansancio que se alimentaba de él progresivamente.

El chico se encontraba en un estado deplorable. Aquellos días sus ataques habían aumentado, incluso en más de una ocasión se encontró en la misma situación de no poder respirar y tener que ser acudido por Vegetta. Esto era lo mínimos si no contaba que algunas poses para descansar no le acomodaban gracias a los brotes en su piel que le quemaban.

Sin embargo, al oír ruido proveniente de la entrada, no tardó en cambiar su panorama. Ahora estaba espiando desde detrás de su puerta la visita que había llegado minutos atrás. Le había sorprendido oír la voz de Rubius allí, de alguna manera creyó que lo estaría buscando para hablar respecto a Quackity.

Honestamente no quería enfrentarlo. No quería que Rubius le dijese algo sobre el pelinegro, no quería saber si estaban juntos o si se había enterado de su discusión. Es por eso que, al oír los pasos de Vegetta aproximarse a donde él se encontraba, sólo tomó la manilla y abrió la puerta, dedicándole una mirada llena de terror e incertidumbre a su amigo.

Sin embargo, tomó una bocanada de aire y se dirigió con pasos miedosos a la entrada, donde se encontró con un sonriente y dichoso rubio que esperaba con paciencia soltar su cometido.

— Me alegra verte, Luzu. Extrañé ver a mi amigo después de casi un mes. — El castaño sonrió más tranquilo ante ese comentario. No parecía tener malas intenciones, y era claro eso. No debía temer de Rubius, él no le haría daño.

En ocasiones como estas, se arrepentía de haber desatado tanta miseria en la vida ajena, de haber querido deshacerse de él, de tener pensamientos enfermizos por el odio y la envidia que le guardaba. Rubius era realmente una persona increíble y allí estaba, dándose el tiempo de verle.

—Yo también te extrañé, amigo. — Sonrió, mirando al rubio. Esas palabras incomodaron a Rubius, quien tuvo bastante dificultad en mantener su sonrisa. —Sin embargo, sabes que estoy cuidándome, por lo que me gustaría que seas algo breve con lo que tengas que decirme.

not him﹆ luckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora